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Cien años de la romería de la familia Escrivá a Torreciudad

En 2004 se cumple el centenario de la romería de agradecimiento a la Virgen que el matrimonio Escrivá realizó a la ermita de Nª Sª de Torreciudad. A esta advocación de Santa María atribuían la curación de su hijo, a quien el médico de Barbastro había desahuciado. “Hijo mío, para algo grande te ha dejado en este mundo la Virgen”, decía a veces doña Dolores al pequeño Josemaría.

En 1930, san Josemaría escribía en sus anotaciones personales: “¡Señora y Madre mía! Tú me diste la gracia de la vocación; me salvaste la vida, siendo niño; me has oído ¡muchas veces!...”. Se refería a la curación milagrosa que sus padres le habían obtenido de la Virgen María en 1904, cuando él tenía dos años. Andrés Vázquez de Prada, uno de los biógrafos del Fundador, lo relata así: “Por ese entonces, a causa de una grave enfermedad, estuvo a punto de morir. Quizás se tratase de una infección aguda. (...) La noche anterior al inesperado suceso el doctor Ignacio Camps Valdovinos, médico de cabecera de la familia, acudió a visitar al niño. Era un experimentado galeno, con buen ojo clínico, pero por aquel tiempo no era posible atajar el curso virulento de la infección. (...) Y llegó un momento en que el doctor Camps hubo de decir a don José: — «Mira, Pepe, de esta noche no pasa». Con mucha fe venían los padres pidiendo a Dios la curación del hijo. Doña Dolores comenzó, con gran confianza, una novena a Nuestra Señora del Sagrado Corazón; y el matrimonio prometió a la Virgen llevar al pequeño en peregrinación a la imagen que se veneraba en la ermita de Torreciudad, en caso de sanarle”. Esperanza Corrales, vecina por entonces de los Escrivá, recuerda así el desenlace: “La enfermedad hizo inesperada crisis y el pequeño Josemaría salió adelante a pesar del sombrío augurio de los médicos. Cuando ya estuvo bien, el matrimonio Escrivá, con el niño en brazos, cumplió la promesa de ir, como romeros, a darle gracias a la Virgen de Torreciudad”.

En otro pasaje de su biografía, Andrés Vázquez de Prada describe aquella peregrinación: “A lomo de caballería y por sendas de herradura hicieron cuatro leguas largas. Doña Lola llevaba al hijo en brazos. Sentada en silla, a la amazona, pasó miedo con el traqueteo, por entre riscos y abruptos barrancos, que caían sobre el río Cinca. En lo alto estaba la ermita de Torreciudad y, a los pies de la Virgen, ofrecieron al niño en acción de gracias”.

Romana, n. 39, Julio-Diciembre 2004, p. 239.

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