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Lovaina la Nueva, Bélgica. Conferencia de Mons. Schooyans en la Residencia Neussart

Monseñor Michel Schooyans, profesor emérito de la Universidad de Lovaina, pronunció el 12 de abril en la residencia de estudiantes Neussart una conferencia sobre Juan Pablo II. Habían pasado sólo diez días desde el fallecimiento del Papa, y aunque el propio conferenciante hizo notar las dificultades que plantea el intento de caracterizar en pocas palabras una personalidad tan rica como la de Juan Pablo II, resultaba evidente para todos el valor de un testimonio como el suyo: como miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, en efecto, monseñor Schooyans ha sido durante un largo periodo de tiempo testigo privilegiado de muchas preocupaciones y decisiones significativas del Santo Padre.

Los aspectos que abarca la acción de Juan Pablo II son múltiples y variados, desde la reivindicación de los derechos del hombre —una faceta que en el imaginario colectivo ha quedado vinculada a acontecimientos históricos como la caída del muro de Berlín— hasta el impulso del ecumenismo y del diálogo interreligioso, desde el replanteamiento de la relación entre fe y razón hasta la defensa de la familia y de la vida. Lo mismo se puede decir de su personalidad humana: su carisma mediático, su condición de profeta itinerante, su conexión espontánea y natural con los jóvenes... De todo esto, sin embargo, prescindió en su conferencia Mons. Schooyans, que prefirió resaltar, en cambio, el significado y el alcance de la figura de Juan Pablo II como Papa de la libertad.

A partir de su experiencia como colaborador del Papa, expuso distintos aspectos del clima de trabajo que Juan Pablo II creaba a su alrededor, un clima caracterizado por una disposición sinceramente abierta a la aportación de cada interlocutor y al intercambio de ideas y pareceres. Este espíritu de trabajo del Papa, en el que la seriedad no estaba reñida con el buen humor, sólo es posible con una intensa vida de oración: “por una parte” —dijo Mons. Schooyans en respuesta a una pregunta—, “el increíble ritmo de trabajo del Papa no le hacía jamás perder de vista a Dios; por otra, las cosas por hacer no se le iban acumulando, no le cerraban el horizonte de Dios”.

Se habla mucho de la relación de Juan Pablo II con la caída del muro de Berlín y del totalitarismo comunista. Según Mons. Schooyans, sin embargo, más importante que su intervención en la obtención de la libertad en un determinado territorio ha sido su trabajo por la libertad interior de toda la humanidad. “Su preocupación por liberar al hombre de su esclavitud está en el centro de la enseñanza —quizá peor conocida— de Juan Pablo II: su enseñanza sobre la vida, la familia, la sexualidad. Lo que proclama el Papa es que Jesús se ha propuesto librarnos, si nosotros queremos, de todas las servidumbres que pesan sobre lo que San Pablo llama el hombre viejo”, dijo el conferenciante.

El público mostró su interés con su escucha atenta y con sus preguntas, entre las que no faltaron algunas sobre el sentido del sufrimiento de Juan Pablo II. “Hay que agradecer al Santo Padre”, dijo Mons. Schooyans, “que haya cargado con la cruz hasta el final. Si hubiera renunciado a ella, habría sido menos evidente que por su sufrimiento y su muerte ha conducido a la Iglesia a una nueva Resurrección, a una nueva Pentecostés”.

Romana, n. 40, Enero-Junio 2005, p. 152-153.

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