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Viajes pastorales

En el curso del primer semestre de 2007, el Prelado ha realizado cinco viajes breves, casi siempre aprovechando fines de semana, a cinco ciudades europeas: Bruselas, París, Milán, Berlín y Estocolmo. Han sido ocasión de momentos de oración intensa y de encuentros con los fieles de la Prelatura y con otras personas que se benefician de la labor apostólica del Opus Dei.

En Bruselas estuvo del 2 al 4 de marzo. Aprovechó para bendecir la imagen de la Virgen de la nueva ermita de la casa de retiros de Dongelberg, los edificios de un colegio promovido por padres de familia de la Prelatura y amigos, que empezará a funcionar dentro de unos meses en Bruselas, y la nueva sede todavía por remodelar, de la residencia de estudiantes Arenberg, en Lovaina.


Dos semanas después, del 16 al 18 de marzo, visitó París. El sábado 17 fue a la rue du Bac para rezar ante la imagen de la Virgen de la Médaille Miraculeuse. Por la tarde, a las seis, recibió en la residencia universitaria Garnelles a Supernumerarios de París y de otras ciudades. Al comienzo de la reunión, les dijo: «podéis llevar a los últimos rincones de este país esa noticia maravillosa de que Dios ha salvado al mundo. Sed apostólicos, tenéis que procurar pensar todos los días, ¡todos los días!, qué apostolado habéis hecho: en vuestras familias, con vuestro ejemplo, queriendo mucho a vuestras mujeres, queriendo mucho a vuestros hijos, enseñándoles con vuestra conducta. En vuestro lugar de trabajo: cómo habéis rezado por vuestros colegas, cómo habéis rezado por los clientes...». Más adelante, a un piloto de avión que le refirió una experiencia personal en relación con un colega, le insistió en la necesidad de ser constante en el anuncio de la fe: «No te canses cuando dicen, no, no, no... El oui es la respuesta que tenemos que buscar».

El día siguiente, domingo 18, celebró la Santa Misa en la sede de la Comisión Regional de la Prelatura, en la rue Dufrénoy, y felicitó por su octogésimo quinto aniversario a Mons. Maycas, una de las personas que comenzaron la labor apostólica del Opus Dei en Francia. Antes de regresar a Roma, todavía tuvo algún otro encuentro con fieles de la Prelatura. «¡La Iglesia está viva! ¡La Iglesia es joven! ¡La Iglesia es de Cristo: no ha sido, sino que es! ¡Es siempre, actualidad perenne! Por lo tanto, no podemos dejar de creer en ese Dios con una fe que nos llene de entusiasmo», dijo, entre otras cosas, a un grupo de laicos y sacerdotes, recordando unas palabras de Benedicto XVI.


Entre el 11 y el 14 de abril estuvo en Milán. El Arzobispo, Cardenal Dionigi Tettamanzi, que no pudo recibirlo por compromisos previamente adquiridos, le dio por teléfono una calurosa bienvenida, asegurándole sus oraciones por los frutos del viaje.

Grupos numerosos de fieles de la Prelatura de edades y condiciones sociales muy variadas han podido asistir, durante esos días, a encuentros con Mons. Echevarría: han acudido no sólo de Milán y otras ciudades lombardas, sino también de Turín, Génova, Verona, etc. El Prelado ha insistido en la necesidad de ser ejemplares en la vida cristiana, en la práctica sacramental y en el empeño apostólico, especialmente en el ámbito de la familia.

Antes de regresar a Roma estuvo en la catedral, donde saludó a la Madonnina, protectora de Milán, y rezó ante la tumba del Beato Ildefonso Schuster.


En su primera visita como Prelado a Berlín, Mons. Javier Echevarría se ha alojado en Feldmark, un Centro de la Prelatura.

Llegó el 27 de abril. El sábado 28 celebró la Santa Misa para mujeres de la Prelatura en Sconenberch, otro Centro de la capital alemana. Después se dirigió a la catedral, donde rezó ante la tumba del Cardenal Bengsch y ante la de otro sacerdote, mártir del nacionalsocialismo, que más tarde le daría pie para hablar de fortaleza en el apostolado.

Durante estos días, personas de Berlín, Hannover, Kiel, Hamburgo, Münster y Colonia tuvieron encuentros con él. También recibió a familias, algunas con muchos hijos. Además, en Munich, donde su avión hizo escala, pudo saludar a los fieles bávaros de la Prelatura. El sábado por la tarde, en una reunión con Supernumerarios, le saludó un montenegrino al que animó a rezar por la paz en los Balcanes y por la futura labor de la Obra en su país.

En varias ocasiones recomendó utilizar el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica y hacerlo leer entre protestantes y no creyentes, aunque —añadió— con lo que más se les puede ayudar es con la propia vida: por ejemplo, viviendo con sobriedad en un ambiente de abundancia material, evitando la comodidad, buscando la expiación en las pequeñas cosas de cada día.

El domingo 29, antes de irse, consagró el altar del oratorio de Feldmark. Al acto fueron invitados algunos Cooperadores, el arquitecto que ha dirigido las obras de remodelación del edificio y un artista que ha trabajado en la decoración. Refiriéndose a las distintas partes de la ceremonia, el Prelado recordó que el cristiano debe ser altar de Dios: ha sido ungido con el santo Crisma dos veces (tres, en el caso de los sacerdotes: en el Bautismo, en la Confirmación y en el Sacramento del Orden), y en su vida debe renovarse el sacrificio de Cristo que se entrega por sus hermanos.


Del 18 al 20 de mayo el Prelado estuvo en Estocolmo, donde quiso tener encuentros no sólo con los fieles del Opus Dei, sino también con jóvenes que participan en las actividades formativas de la Prelatura.

Un estudiante de Gotemburgo que fue recibido en la Iglesia Católica hace pocos años le preguntó, durante uno de esos encuentros, cuándo iría el Opus Dei a su ciudad. «Cuando gente como tú se decida a hacer el Opus Dei en Gotemburgo», le respondió el Prelado. «Porque con el espíritu del Opus Dei puedes empezar ya a hablar con amigos tuyos (...). Yo confío en ti. Confío en ti, y te digo, porque así lo hacía San Josemaría: dejo el Opus Dei en tus manos».

A otro estudiante que vive en la residencia universitaria Lärkstaden, también recibido en la Iglesia recientemente, que le manifestó su inquietud por hacer que Suecia recupere sus raíces católicas, le dijo que desde el comienzo de aquel viaje él estaba pidiendo al Señor «que Suecia, toda Suecia, vuelva a ser católica». Más tarde le dijeron que, después de ese encuentro, otro residente de Lärkstaden, en aquel momento el único no católico, había mostrado interés en recibir doctrina católica.

En este mismo contexto, el Prelado comentó varias veces, durante su estancia en Estocolmo, la impresión que le había causado la carta de una señora que se había convertido hacía unos años. En ella le decía, entre otras cosas, que estaba convencida de que en Suecia, bajo la aparente indiferencia de la mayoría, hay muchas almas deseosas de tratar a Dios en su vida ordinaria.

Romana, n. 44, Enero-Junio 2007, p. 107-109.

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