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Entrevista concedida a “Niedziela”, Czestochowa (realizada por Wlodzimierz Redzioch), Polonia 24-VII-2007

Usted se encuentra al frente de una organización eclesiástica que es objeto de gran interés por los medios de comunicación. ¿Podría decirnos qué es realmente el Opus Dei?

San Josemaría Escrivá de Balaguer habló algunas veces del Opus Dei como un “camino divino de cristianos que quieren vivir como cristianos”. Las personas del Opus Dei no desean hacer cosas espectaculares, son cristianos corrientes que buscan su santificación a través de la vida ordinaria. En la Prelatura —una institución de la Iglesia compuesta por sacerdotes seculares y laicos—, precisamente porque somos personas corrientes, nos encontramos a gusto en el mundo, en la calle, en el lugar de trabajo, en la vida de familia... Amamos el mundo, amamos la vida cotidiana, con sus mil incumbencias, porque no se es cristiano sólo en la iglesia, sino también en la “prosa” diaria, vivida de modo que todos los días sean, por así decir, días de fiesta: con fe en Dios, con esperanza y con caridad hacia todos, como hicieron los primeros cristianos. Esta idea de la grandeza de la vida cotidiana es parte central del mensaje de San Josemaría, un ideal que gracias a Dios comparten también muchísimas personas que no pertenecen al Opus Dei. Por cuanto se refiere al interés de los medios de comunicación, pienso que se debe al hecho de que tantas personas corrientes, a través del Opus Dei, muestren buscar con pasión la trascendencia: se trata, en definitiva, de un interés debido al perenne atractivo del cristianismo, como ha repetido de distintos modos Benedicto XVI. Por otra parte, la información es siempre un bien, y por eso se intenta responder siempre a los periodistas que —como usted— la piden.

El Opus Dei es una “Prelatura personal”. Se sabe qué es una congregación religiosa o una sociedad de vida consagrada, pero, incluso católicos, pocos saben qué es exáctamente una “Prelatura personal”. ¿Podría darnos una explicación?

Una Prelatura personal es distinta de una sociedad de vida consagrada. Es una estructura de la Iglesia Católica en la que hay un Prelado, sacerdotes que forman el presbiterio, y laicos.

Podemos decir entonces que es una estructura similar a una Diócesis con los sacerdotes y los laicos repartidos por el mundo...

No, porque la Prelatura no pretende ser una Iglesia particular.

Entonces, quizá sea más apropiada la comparación con el ordinariato militar.

En cierto modo, sí.

¿Tiene recuerdos personales de sus encuentros con San Josemaría, el Fundador del Opus Dei?

Naturalmente, tengo muchos recuerdos, pero sobre todo recuerdo su alegría, su fidelidad a la Iglesia y su gran amor por las almas. En todo lo que hago procuro siempre pensar cómo lo hubiera hecho San Josemaría. Él, de la nada, ha creado esta maravillosa realidad de la Iglesia que hoy está extendida por todo el mundo, no sólo las personas que componen la Prelatura —sacerdotes y laicos—, sino también millones de personas que cooperan con nosotros. No habría Prelatura si no hubiese, lógicamente, la gracia de Dios, pero tampoco la habría sin la respuesta concreta a la llamada por parte de una persona, San Josemaría.

San Josemaría recogió sus máximas espiriturales en un libro titulado “Camino”. ¿Cómo podemos sintetizar la espiritualidad de los miembros del Opus Dei?

En esta “vida ordinaria” de la que acabo de hablar, un aspecto importante es el trabajo: el mensaje del Opus Dei se apoya, no sólo en la propuesta de una vida de oración y de frecuencia de los sacramentos sino también en el trabajo, que si se hace bien, es decir, como ofrenda a Dios y como servicio al prójimo, se convierte en momento decisivo de santificación, de encuentro con Cristo. En el libro que acaba de mencionar, San Josemaría escribió: «una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de oración». Por otra parte, el fundamento del espíritu del Opus Dei es la conciencia de la filiación divina del cristiano: Dios es Padre, nuestro Padre, y este hecho, si se considera con la profundidad de su significado, transforma todo. Más aún: se convierte en el punto de apoyo que permite afrontar positivamente todos los desafíos de la vida cotidiana. Debería hablar también de la libertad, que en el mensaje de San Josemaría se promueve y estimula como resorte interior del empeño cristiano, y que implica la responsabilidad personal.

¿Cómo han sido las relaciones de Juan XXIII, Pablo VI, y de modo especial Juan Pablo II con la Prelatura del Opus Dei?

Con todos los pontífices que usted menciona, las relaciones han sido ricas e intensas; y habría que añadir a Pío XII y Juan Pablo I, y también, naturalmente, a Benedicto XVI. Por lo que se refiere a Juan Pablo II, creo poder decir que su afecto por el Opus Dei ha sido como el de un padre por sus hijos. Fue él quien sancionó la erección del Opus Dei como Prelatura Personal, en 1982, tras un trabajo que comenzó en los tiempos del Concilio Vaticano II y que se desarrolló en paralelo a la redacción del actual Código de Derecho Canónico. Fue él quien canonizó, en 2002, a Josemaría Escrivá, al que definió —en aquella ocasión— “santo de la vida ordinaria”. A mí, me impresionó la solicitud demostrada en el momento de la muerte de mi predecesor, Mons. Álvaro del Portillo, el 23 de marzo de 1994, cuando el Santo Padre acudió a la iglesia prelaticia del Opus Dei para rezar delante de sus restos mortales. Fue precisamente a D. Álvaro a quien Juan Pablo II regaló en 1984 un cuadro de la Virgen de Czestochowa: este cuadro, que ahora ocupa un lugar privilegiado en la sede de la curia prelaticia del Opus Dei en Roma, me ayuda, cada vez que lo veo, a sentirme en comunión con todos los católicos de Polonia. Personalmente me recuerda las distintas visitas que he tenido la alegría de hacer a la Virgen de Czestochowa; la primera, con Mons. del Portillo, en 1979, seguida de otras ya como Prelado, la última de las cuales tuvo lugar en la fiesta de la Virgen, el 26 de agosto de 2005. Estoy convencido de que Juan Pablo II ha dado mucho al mundo y a la Iglesia; sin duda, con su empuje y su “paternidad espiritual” ha dado mucho al Opus Dei.

Algunos se sorprenden de que la respuesta del Opus Dei a las calumnias contenidas en el libro de Brown fuese firme, pero a la vez cortés con quien atacaba.

Antes que nada, quisiera aclarar que el aspecto más triste de esta novela, muy poco seria, no es tanto lo que dice sobre el Opus Dei, cuanto la visión distorsionada que transmite sobre Jesucristo y sobre la Iglesia. El Opus Dei, en cuanto parte de la Iglesia, es una realidad hermosa y joven. Las invenciones de un novelista pueden a veces intentar ofuscar esa belleza, y esto, obviamente, causa tristeza. Al mismo tiempo, sabemos, que la belleza de la Iglesia, y del Opus Dei, resplandece cuando se procura hacer presente la caridad de Cristo, en vez del rencor. En este sentido, la caridad es el mejor modo de difundir la figura de Jesucristo y la realidad de la Iglesia. Entonces, dar a los ataques una respuesta firme pero amable es para nosotros una responsabilidad importante. Por otra parte, la caridad es un mandamiento de Cristo: es más, es “el” mandamiento de Cristo. Por lo demás, repito que causa dolor, sobre todo, el modo en que se busca, en esas páginas, banalizar la persona de Cristo. El nuevo libro de Benedicto XVI, pone de nuevo en el centro del debate cultural la figura histórica, humana y divina, de Jesucristo. Se trata de una oportunidad extraordinaria, ofrecida a los cristianos y a todos, de conocer y profundizar la propia relación personal con el Hijo de Dios hecho Hombre.

El año próximo esta “maravillosa realidad” cumple 80 años. ¿Como se está preparando el Opus Dei para este importante aniversario?

Ante todo, cada uno se está preparando a través de una conversión personal. Debemos preguntarnos delante de Dios cómo estamos sirviendo a la Iglesia, al Papa, y a los demás. Para nosotros será también la ocasión de explicar mejor a todos qué es la Prelatura del Opus Dei. Ahora comenzamos a trabajar establemente en Rusia, y pronto iremos a Rumanía.

Romana, n. 45, Julio-Diciembre 2007, p. 283-285.

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