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Entrevista concedida a “Catalunya Cristiana” (realizada por Samuel Gutiérrez) España 14-VIII-2008

¿Con qué espíritu están viviendo la celebración de los 25 años de la prelatura personal del Opus Dei?

Sin cambiar el ritmo de trabajo habitual, cada uno está procurando dar muchas gracias a Dios por todos los bienes recibidos. En este sentido, he dispuesto que este año, hasta el próximo 28 de noviembre, en la prelatura del Opus Dei sea un año mariano de acción de gracias. También, claro está, este aniversario es una oportunidad para renovar el empeño personal por seguir más de cerca a Jesucristo, en comunión con el Papa y todos los obispos diocesanos.

Empleando términos humanos, ¿se puede decir que han alcanzado ya la mayoría de edad?

Si se mira el servicio que la prelatura está llamada a prestar a la Iglesia y a las almas a lo largo de los siglos, podemos decir que está todavía en los comienzos; ciertamente no en lo que se refiere a su misión —recordemos la vocación de todos los cristianos a la santidad, a través de la vida ordinaria—, pero sí en la amplitud y profundidad de la tarea evangelizadora que tiene confiada, pues todavía no es extenso el trabajo que podemos asumir en comparación con las expectativas de tantos en la Iglesia: por ejemplo, de un gran número de obispos que desearían que comenzáramos a trabajar en sus diócesis.

Por otra parte, todos los fieles de la prelatura tenemos cada día el reto de hacer realidad ese mensaje en nuestra vida, con la ayuda de la gracia. Desde este punto de vista, que es el que en mi opinión más importa, el Opus Dei nunca podrá considerarse mayor de edad; pues está completamente necesitado de la ayuda de Dios, como un hijo pequeño necesita de sus padres.

¿Qué representó hace 25 años para el Opus Dei el reconocimiento jurídico como prelatura personal? ¿Por qué se eligió esta figura jurídica frente a otras más frecuentes en el ámbito de los movimientos laicales?

La erección del Opus Dei como prelatura personal por el Papa Juan Pablo II, después de una amplísima consulta a miles de obispos y de un cuidadoso estudio, representó el pleno reconocimiento eclesial del carisma fundacional. Como mucha gente sabe, el 2 de octubre de 1928 San Josemaría vio que Dios le pedía promover en todo el mundo la llamada universal a la santidad y una toma de conciencia efectiva y plena por parte de los laicos de su misión en la Iglesia y en el mundo, principalmente a través de la santificación del trabajo y de las circunstancias ordinarias de su vida. La labor que surgió de aquella semilla inspirada por Dios, y que fue extendiéndose por muchas partes del mundo, no encontró el cauce adecuado dentro del derecho de la Iglesia hasta que el Concilio Vaticano II estableció las prelaturas personales para determinadas finalidades apostólicas. Esta figura jurídica encaja perfectamente con la misión —plenamente secular y de ámbito internacional— del Opus Dei, en la que convergen orgánicamente fieles laicos —que siguen perteneciendo a sus respectivas diócesis— y sacerdotes seculares incardinados en la prelatura. Por otra parte, subraya la plena comunión con los obispos diocesanos, y clarifica su inserción en las diferentes diócesis. Fue, pues, un día largamente deseado por el fundador, por el que rezó y se mortificó mucho, hasta el punto de ofrecer el sacrificio de no ver realizado en vida el pleno reconocimiento eclesial por parte de la suprema autoridad de la Iglesia.

Por lo demás, los fieles del Opus Dei, al procurar vivir con fidelidad su compromiso como cristianos —iguales a los demás—, se sienten en una particular comunión de oración, de intenciones y de afectos con todos los carismas de la Iglesia, que son siempre una riqueza del Pueblo de Dios: realidades antiguas o nuevas, como los movimientos eclesiales.

¿Cómo ha evolucionado la prelatura en estos 25 años? ¿Cuáles han sido los acontecimientos más importantes?

La definitiva configuración jurídica ha ayudado mucho a que se comprendiera la misión del Opus Dei al servicio de la Iglesia universal y su plena inserción en las Iglesias locales. Durante estos 25 años, además, ha habido grandes motivos de alegría, como la canonización del fundador. Otro momento que me parece necesario mencionar es el tránsito de su primer sucesor, Mons. Álvaro del Portillo, cuya causa de beatificación ya se ha iniciado. Además, la prelatura en estos años ha extendido sus apostolados a nuevos países de los cinco continentes.

Sin embargo, quisiera subrayar que, para los fieles del Opus Dei, los acontecimientos más importantes no son de ese tipo, sino los que llenan la vida ordinaria de cada uno: aunque pasen inadvertidos y puedan parecer sin trascendencia, son lugar donde Dios espera a cada persona, lugar en el que podemos encontrarle.

¿Cómo afectó a la prelatura el fallecimiento del Fundador?

Dios concedió a nuestro fundador un corazón de padre, lleno de humanidad. Su fallecimiento causó, en un primer momento, profundo dolor. Enseguida, sin embargo, con la ayuda de Mons. Álvaro del Portillo, que nos invitó a todos a que mantuviéramos abierta esa herida en el alma para cuidar fielmente el tesoro que habíamos recibido, comprendimos que esta familia del Opus Dei tenía ya su cabeza y su corazón en el Cielo.

Por lo demás, San Josemaría procuró durante toda su vida no ser imprescindible. Se ocupó de dejar «esculpido» —así lo decía él— el espíritu del Opus Dei. A quienes hemos recibido ese espíritu nos corresponde ahora ser muy fieles a este mensaje, y hacerlo fructificar día a día. Doy muchas gracias a Dios por haberme dado la oportunidad de convivir tantos años con un santo como San Josemaría Escrivá de Balaguer. Confío plenamente en la fuerza de su intercesión, y pienso que hoy nos sigue mirando y ayudando con su afecto paterno y materno, mientras nos dice, como repetía con frecuencia: «¡Más, más, más!» Siempre podemos amar más, hacer más por Dios y por el prójimo; para que, con nuestros errores, nos empeñemos por acabar cada día más cerca de Dios que cuando lo empezamos.

¿Cuál es el secreto del Opus Dei para, sobre todo en Europa, seguir atrayendo a jóvenes hacia un seguimiento radical de Cristo, ya sea a través de la vida matrimonial, del celibato apostólico o del sacerdocio?

El mismo secreto que tiene la Iglesia, y que no puede ser otro que el atractivo siempre actual de Nuestro Señor Jesucristo. Sobre todos los cristianos recae la obligación de hacer presentes, con nuestro ejemplo y con nuestra palabra, el rostro y el mensaje adorables de Cristo sin camuflajes, aunque pueda parecer que vamos a contracorriente. Y la experiencia es que Jesucristo siempre arrastra.

Por otro lado, para usar una comparación que utilizaba frecuentemente San Josemaría, el Opus Dei no es más que una gran catequesis. Ofrece medios de formación cristiana y un acompañamiento espiritual personalizado a sus fieles y a las personas que participan en sus apostolados. Y son éstos los que con la naturalidad de su vida, de su amistad y de su conversación personal, dan a conocer la doctrina del Evangelio a sus familiares, amigos, colegas, vecinos...

25 años después, ¿cuáles son los retos más urgentes que debe afrontar hoy la prelatura?

El reto fundamental es la santidad personal de cada uno de sus miembros, y la extensión de esa aspiración a la santidad entre muchas personas mediante la labor de evangelización. Esta tarea, que es y será siempre actual, hoy resulta particularmente urgente, como no deja de recordar a todos los hombres de fe el Santo Padre, Benedicto XVI.

Por otra parte, como ya he dicho, muchos obispos llaman para que la prelatura comience su actividad apostólica en sus diócesis. Hace justamente un año se abrió el primer centro del Opus Dei en Moscú. En estos momentos estamos rezando y trabajando para que se haga realidad el trabajo estable de la prelatura en Rumanía e Indonesia.

Otro reto igualmente perenne para los fieles del Opus Dei y para todos los cristianos, particularmente para los laicos, es contribuir con todas las mujeres y hombres de buena voluntad a configurar una cultura que sea coherente con la dignidad de la persona humana.

¿Podemos hablar de carisma del Opus Dei? ¿Sigue siendo «la santidad por el trabajo» el pilar de su espiritualidad?

En efecto, y así será siempre. De una parte, cualquier trabajo honesto, cualquier ocupación honrada, bien hecha, acabada por amor, puede y debe ser lugar de encuentro con Dios, de servicio a los demás y de mejora personal; Dios nos llama no sólo cuando rezamos, sino todo el día. No cabe hablar, pues, de trabajos u ocupaciones de segunda categoría, porque todas las ocupaciones profesionales pueden ser ocasión para encontrarse con Dios. Y no sólo el trabajo; para los casados, por ejemplo, el cumplimiento amoroso de sus deberes matrimoniales y familiares es también verdadero camino de santidad, como lo es el ejercicio del sacerdocio para los sacerdotes, y para todos los ciudadanos el cumplimiento leal de los justos deberes cívicos.

De otra parte, Dios llama a todos a ser santos; no sólo a algunos, a todos. Todos podemos y debemos vivir una vida de intimidad con Dios, puesto que todos somos hijos de Dios y de todos sus hijos Dios espera amor.

Muy unidos a este mensaje central están la coherencia de vida, el amor a la libertad personal y el afán por ser sembradores de paz y de alegría en el seno de la sociedad, sin poner barreras a ninguna persona.

Como Prelado del Opus Dei, ¿cómo afronta la responsabilidad de encabezar uno de los carismas más vivos y entusiastas de la Iglesia actual?

Me perdonará si le protesto un poco por los términos de su pregunta. En la Iglesia actual —como siempre ha ocurrido— hay mucha riqueza espiritual, muchas manifestaciones de que el Espíritu Santo la está acompañando e inspirando. El Opus Dei es una prueba más de esa perenne vitalidad de la Iglesia, pero no queremos ser «los primeros de la clase». Personalmente, puedo decirle que conozco muy bien la desproporción de mis fuerzas para la tarea confiada, y que procuro apoyarme en la oración de los fieles de la prelatura, de los cooperadores y de tantas personas que rezan por nuestra labor. Pero, además, la prelatura del Opus Dei no pretende ninguna gloria humana; aspira a servir sin secreto alguno, pero discretamente, como la levadura.

La intercesión de la Virgen María, a la que han decidido encomendar este aniversario, seguro que ha estado presente durante estos 25 años...

En efecto. Y no sólo durante estos 25 años, sino durante toda la historia del Opus Dei. Ante cualquier necesidad, hemos recurrido siempre a María. San Josemaría acudió, desde los primeros barruntos de lo que Dios le pedía, a Nuestra Madre; y, entre muchos otros detalles, fue en peregrinación a santuarios marianos de todo el mundo. También a Montserrat y, especialmente, a Nuestra Señora de la Merced de Barcelona. Sus visitas a esta basílica barcelonesa guardan una estrecha relación con el camino jurídico del Opus Dei, que concluyó felizmente hace ahora 25 años. En el presente y en el futuro continuará siendo siempre necesaria la ayuda de la Virgen. Durante este año mariano que estamos celebrando en la Obra, he animado a todos los fieles de la prelatura a vivir con más esmero la devoción del Santo Rosario, y a extenderla entre sus colegas, amigos y familiares. Es una oración plenamente actual.

Romana, n. 47, Julio-Diciembre 2008, p. 291-295.

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