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Entrevista concedida a “La Repubblica” (realizada por Marco Politi) Italia 3-X-2008

Mons. Echevarría, el Código da Vinci al final les ha servido a ustedes de publicidad, pero continúa circulando la imagen de un Opus parecido a una masonería blanca.

¿No es paradójico hablar de secretismo desde las columnas de un periódico nacional? Cada día nos llegan centenares de solicitudes de personas que buscan un encuentro directo. En www.opusdei.org ofrecemos noticias, documentos, y actualizaciones en 28 lenguas. Cualquiera que trate personalmente a un fiel de la Prelatura conoce su compromiso y su dedicación a Cristo. Para nosotros transparencia significa dejar que se vea a Jesús en la amistad y en las relaciones de la vida diaria.

Tal vez están particularmente presentes entre las clases dirigentes, influyentes, acomodadas.

En realidad la mayoría de los fieles pertenece a la clase media y muchos llegan a duras penas a fin de mes. Pero la verdadera cuestión es que cualquier profesión honrada puede ser santificada y llegar a ser la ocasión de un encuentro personal con Cristo. Nuestras actividades de formación espiritual están dirigidas a personas de todas las clases sociales.

¿Los del Opus Dei no se pasan un poco en el ansia de proselitismo?

Todos los cristianos están invitados a seguir la invitación de Jesús de convertirse en “pescadores de almas”. El apostolado y el proselitismo, entendidos como anuncio cristiano siempre respetuoso de la libertad, no son un fin en sí mismos, ni las actividades autoreferenciales de tal o cual institución. El Opus Dei no hace otra cosa que hacer eco, también en este aspecto, de la enseñanza de la Iglesia universal.

¿En qué se concentra vuestra misión hoy día?

Se modula en función de las prioridades de cada momento histórico. Dar vida a una familia es hoy un desafío grande: la casa, el colegio para los niños, el cuidado de los ancianos y de los enfermos, el ritmo de trabajo de los padres. Por eso una de nuestras prioridades es la promoción de actividades de formación cristiana para muchos padres, tanto si son fieles de la Prelatura como si no pertenecen al Opus Dei.

¿Cómo se relacionan con los ateos y agnósticos?

Estamos abiertos a todos. Las personas que tienen un alma, aunque no lo sepan o no lo quieran saber, son para nosotros amigos y hermanos, y por eso nos ponemos a su servicio, lo mismo que con todos los demás.

80 años son muchos. ¿Qué ha aprendido el Opus? ¿Qué defectos debería evitar?

Yo veo lo que he escuchado decir tantas veces a San Josemaría Escrivá de Balaguer, no por orgullo o soberbia: que la Obra no tendría nunca necesidad de ninguna renovación para adaptarse al mundo, porque su fin es enseñar a todos, comenzando por nosotros mismos, a santificar lo cotidiano. También en el futuro será necesario estar en el mundo. Tendremos siempre que dirigirnos a ese Dios que nunca nos abandona y nos extiende la mano, para que nosotros lo acojamos y después caminemos con su ayuda.

¿Y usted personalmente qué ha aprendido ejerciendo como Prelado?

Cada día debo aprender a rezar, aprender a ser más mortificado, aprender a servir a todas las personas que encuentro. Porque las palabras del Señor no son un simple relato, sino una realidad. Recordemos cuando Él dice: “Si habéis maltratado a los enfermos, a los pobres, a los ignorantes, entonces me habéis maltratado a Mí”.

¿Tiene algún recuerdo particular de San Josemaría?

Me impresionaba su buen humor, unido a su amor a Dios. Era un buen maestro que sabía animar y corregir, un sacerdote y un padre que se dedicaba completamente al servicio de Dios y de las almas. Pero con él también se reía y se bromeaba. En el coche cantaba canciones que trataban del amor humano, que le gustaba interpretar pensando en su amor por Dios. Una vez nos dijo que cuando se muriese le gustaría escuchar aquella canción italiana que dice: “Abrid las ventanas al sol nuevo, ya es primavera”.

América Latina, África, Asia son algunos de vuestros territorios de trabajo. ¿Qué iniciativas desarrollan allí?

A menudo se habla de la sociedad de consumo, pero no podemos olvidar que gran parte de la humanidad vive en condiciones de pobreza y de miseria. También en Occidente. La respuesta de la Iglesia ha sido siempre no solo la beneficencia sino también la educación. Por ejemplo en los Andes, en Perú, algunos fieles de la Prelatura, junto con otras personas, han creado una red de promotoras rurales: mujeres de esos pueblos hacen de educadoras para la alfabetización, higiene, las normas sanitarias básicas. En tantos países del Sur y del Norte del mundo el desafío es ayudar a la población local a asumir la responsabilidad del desarrollo de su propia sociedad.

Están presentes también en China.

Para nosotros China no es una novedad, como tampoco lo era Rusia. Muchos fieles del Opus Dei están en China como diplomáticos, ingenieros, abogados, profesores. Estos fieles son ciudadanos normalísimos, que tienen trato con muchas personas que se saben comprendidas, queridas. Y también se busca llevar la semilla de Cristo. Tenemos iniciativas de educación y de asistencia social en Hong Kong, Macao y Cantón. Y hay sacerdotes que son llamados para ir a China continental a ayudar a otras personas.

Mons. Echevarría, ya ha sido proclamado santo Josemaría Escrivá. Ahora han comenzado el proceso de beatificación de su sucesor Álvaro del Portillo. ¿Por qué este interés en tener los propios santos?

Fíjese que no tenemos hambre de santos sino de santidad. Porque la santidad nos lleva a estar cerca del Señor, que es paz y alegría para todo el mundo. Nosotros no queremos enseñar algunos santos para decir después: mirad qué distinto es este santo. Sino para hacer ver a todos que también ellos, si quieren, pueden esforzarse por ser santos.

Romana, n. 47, Julio-Diciembre 2008, p. 298-300.

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