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Entrevista concedida al semanario “Przewodnik Katolicki”, Polonia (14-XI-2010)

1. El Opus Dei es una prelatura personal —por ahora la única— de la Iglesia Católica. ¿En qué consiste su singularidad y cómo hay que entender su estructura? ¿Es necesaria para la Iglesia contemporánea?

El Concilio Vaticano II creó esta nueva figura pastoral, la prelatura personal, para dar un mayor dinamismo a la labor evangelizadora de la Iglesia. El Opus Dei, formado por un Prelado, su presbiterio y los fieles laicos, hombres y mujeres, concreta su contribución apostólica —en comunión con el Papa y los Obispos — llevando a cabo su misión propia: extender el convencimiento de que todos hemos sido llamados por Dios a la santidad y ayudar a responder a dicha llamada dentro del mundo, en la tarea profesional y en los deberes ordinarios del cristiano.

El Opus Dei realiza esta tarea en los cinco continentes, es de ámbito universal, pero no por esto se convierte en una alternativa al trabajo que se opera en las Diócesis; todo lo contrario, trabaja en comunión con las Iglesias particulares: los frutos de la tarea de evangelización que promueven las personas de la Prelatura se quedan en las mismas Diócesis; por una parte, porque ellas mismas son fieles de las diócesis en las que viven, pero también porque cuando procuran acentuar la fe y la conducta espiritual de sus familiares y amigos, cuando difunden el conocimiento de la doctrina católica, cuando buscan el modo de trabajar con perfección, están participando directamente en la tarea de evangelización de la Iglesia particular en la que se encuentran.

En cuanto a la segunda parte de su pregunta, le contaré que el fundador, San Josemaría, solía decir que el Opus Dei había nacido a pesar suyo. Personalmente, no deseaba fundar nada. Tenía muy claro que la iniciativa era de Dios. Y cuando Dios suscita un nuevo camino en la Iglesia, Él tiene sus planes. Cuenta con ese camino, como con otros tantos, para que muchas personas le encuentren en medio del mundo, a través de la Iglesia. He escuchado muchas veces decir a San Josemaría: “Si el Opus Dei no fuera para servir a la Iglesia, sería mejor que se disolviera. ¡Yo no lo querría para nada!”.

2. El Opus Dei tiene ya casi 82 años y está unido a la vida y obra de San Josemaría Escrivá. ¿Puede hablarnos de él? Su Excelencia lo conoció personalmente. ¿Cómo fue su camino a la santidad?

Puedo asegurarle que haber vivido junto a él durante veinticinco años ha sido para mí un don inmenso. Describir su personalidad y todo cuanto he aprendido de su persona, llevaría mucho tiempo. He afrontado esa tarea, de modo aún insuficiente, en el libro Memoria del Beato Josemaría Escrivá. Diría, sin embargo, en una extrema síntesis, que su existencia se caracterizó por el deseo de cumplir la voluntad de Dios en todo momento y en toda actividad; deseaba no sólo seguir las indicaciones del Señor, sino también mantenerse en continuo diálogo con Él; ser —como le gustaba repetir— contemplativo en medio del mundo. Se empeñaba en llevar a la práctica lo que desde joven comentaba y escribía a los jóvenes obreros y universitarios que se dirigían espiritualmente con él: “Que busques a Cristo. Que encuentres a Cristo. Que ames a Cristo”. Buscaba a Dios en lo ordinario y actuando de modo ordinario, porque para amar a Dios y servirle —solía afirmar—, no es necesario hacer cosas raras. Nos aconsejaba por ejemplo que, desde el lugar de trabajo, dejáramos que nuestro corazón se escapara al Sagrario más cercano, para decirle unas palabras de afecto, y que no tuviéramos miedo de llamarle “Jesús mío”, y de manifestárselo a menudo.

3. Siguiendo esta idea. San Josemaría dijo: «Y como la mayor parte de los cristianos recibe de Dios la misión de santificar el mundo desde dentro, permaneciendo en medio de las estructuras temporales, el Opus Dei se dedica a hacerles descubrir esa misión divina, mostrándoles que la vocación humana -la vocación profesional, familiar y social- no se opone a la vocación sobrenatural: antes al contrario, forma parte integrante de ella» (Conversaciones, 60). Es una indicación muy exigente...

Benedicto XVI recordaba hace poco que el cristianismo no es el camino de la comodidad, sino más bien una escalada exigente, pero iluminada por la luz de Cristo y por la gran esperanza que nace de Él. El programa que nos presenta Cristo en el Evangelio implica vivir la justicia, querer a todos, perdonar a quienes nos ofenden, cumplir los mandamientos, etc. El cristiano está llamado a ser un ciudadano ejemplar, un profesional ejemplar, tanto si trabaja como agricultor, como artesano, como periodista o como financiero en Wall Street. A la vez, es claro que no nos hacemos santos por nuestras propias fuerzas, sino porque Dios nos ayuda con su gracia y muchas veces se vale de nuestros gustos, aficiones y deseos, para mostrarnos el valor divino que tienen esas mismas realidades si las condimentamos con el aderezo del amor de Dios.

4. ¿Cómo se puede conseguir hoy-día la “santidad personal”?

Se trata de dejar que Dios opere y actúe en el alma de cada uno y de cada una. Poco a poco nuestras jornadas se van llenando de actos de amor a Dios, de acciones de gracias, de peticiones de perdón; y nos sentimos impulsados a tratar con caridad a quienes nos rodean, a fomentar un clima de unidad entre las personas, a cuidar hasta el último detalle de nuestro trabajo profesional. Para alcanzar esta meta debemos dedicar algunos momentos diarios al encuentro exclusivo con Dios: palpar la necesidad que tenemos de Él para suplir nuestra debilidad. La Santa Misa, la Confesión y la oración son, como consecuencia, necesidades principalísimas en nuestra lucha por alcanzar la santidad, pues a la vez que incrementan nuestros deseos de llegar al Cielo, nos confieren la gracia para conseguirlo. La santidad es un don, una tarea y un destino: Dios nos quiere felices, muy felices, no sólo en el Cielo, sino también en esta tierra.

5. Ser miembro del Opus Dei significa también santificar el trabajo, apostolado, oración, vida eucarística. Estas indicaciones son numerosas. ¿Qué es, según su opinión, la santidad en la vida diaria?

Lo resumiría con esta expresión de San Josemaría: “luchar por amor hasta el último instante”. Con frecuencia le preguntaban: ¿Y qué nos dice a los casados? ¿Qué, a los que trabajamos en el campo? ¿Qué, a la viudas? ¿Qué, a los jóvenes? Respondía que tenía un solo puchero, y recordaba que Jesucristo predicó la buena nueva para todos, sin distinción alguna. Por esto escribió: “A cada uno llama a la santidad, de cada uno pide amor: sanos y enfermos, cultos e ignorantes, trabajen donde trabajen, estén donde estén. Hay un solo modo de crecer en la familiaridad y en la confianza con Dios: tratarle en la oración, hablar con Él, manifestarle —de corazón a corazón— nuestro afecto” (Homilía “Hacia la santidad” en Amigos de Dios, 294).

6. Hoy el Opus Dei lo forman miembros de varias decenas de países. ¿Este camino sigue siendo una propuesta atractiva para el perdido hombre de hoy?

La propuesta atractiva es conocer a Cristo; el Opus Dei sirve de instrumento. En la actualidad hay muchas personas buenas, muchas más de las que imaginamos. Los sacerdotes, así como numerosas mujeres y hombres empeñados en difundir el Evangelio, tocamos a diario, en tantos países, la alegría que nace en la gente cuando conoce a Cristo, cuando recibe el don de la conversión. Nuestra labor, como cristianos, consiste en mostrar, con el ejemplo y la amistad, la hermosura de la vida cristiana y la posibilidad de vivirla en las circunstancias ordinarias de la jornada: el trabajo, la familia, las relaciones sociales.

Al comprobar la alegría que produce el encuentro con Cristo, San Josemaría escribía: “Con frecuencia, siento ganas de gritar al oído de tantas y de tantos que, en la oficina y en el comercio, en el periódico y en la tribuna, en la escuela, en el taller y en las minas y en el campo, amparados por la vida interior y por la Comunión de los Santos, han de ser portadores de Dios en todos los ambientes, según aquella enseñanza del Apóstol: glorificad a Dios con vuestra vida y llevadle siempre con vosotros” (Forja, 945).

7. He tenido ocasión de conocer a varios miembros del Opus Dei en Polonia y otros provenientes de Madrid. Son personas estupendas que viven siempre con gran esperanza...

Los fieles del Opus Dei conocemos de sobra que no somos los mejores, ninguno —como lo he repetido en tantas ocasiones— puede considerarse mejor que nadie, ni tener mentalidad de “figura” o de “primero de la clase” Cada uno sabe de sus defectos e intenta luchar por corregirse. Al mismo tiempo, le agradezco lo que me dice, y le confieso que con frecuencia también yo le doy gracias a Dios por el testimonio de coherencia cristiana que recibo de fieles de la Prelatura así como de tantos cooperadores y amigos.

En este marchar con Cristo en medio del mundo no estamos solos: contamos con la ayuda de muchísimas personas que rezan por los apostolados de la Prelatura en el mundo entero, también de numerosos religiosos y religiosas de clausura que sin ser del Opus Dei —que se caracteriza por la secularidad— nos ofrecen esta ayuda formidable. Por eso, me atrevo ahora a pedirle a usted y a quienes leerán estas líneas, que se acuerden de rogar al Señor por los fieles de la Obra y por los frutos de la labor apostólica que cada uno realiza.

8. ¿Quién puede ser miembro del Opus Dei?

En el Opus Dei caben todos: sacerdotes y laicos, hombres y mujeres; casados, solteros y viudos; sanos y enfermos; gente pobre y rica; todos aquellos que, sintiendo la llamada divina para santificarse en las realidades terrenas, estén decididos a cumplir la voluntad del Señor. Amamos de todo corazón a los religiosos, pero no les apartamos de su camino.

9. La diócesis de Bydgoszcz es una de las dos más jóvenes de Polonia. Podemos honrarnos diciendo que el Opus Dei está brotando lentamente a partir de la semilla divina. ¿Cómo ve su Excelencia el futuro de esta comunidad en nuestro país y qué retos tiene en Polonia y en el mundo?

Una muestra de la gran fe de nuestro Fundador fue el pedir a muchos de los primeros fieles de la Obra que, si libremente lo deseaban, se trasladaran a residir y trabajar en diversos países del mundo, con el fin de que comenzaran, al mismo tiempo —con su trabajo profesional y a través de ese trabajo—, la difusión del espíritu del Opus Dei en esos lugares. Digo muestra de fe, en primer lugar, porque tenía la seguridad de que vendrían los frutos, pero también porque enviaba a esas personas sin medios económicos —no los había—; sólo podía ofrecerles su bendición y una imagen de la Virgen. Le cuento esto porque el apostolado del Opus Dei siempre ha empezado pequeño y con pocos recursos. Gracias a Dios en esta tierra polaca el trabajo apostólico se va extendiendo. Pido, por intercesión del Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II, que tanto animó a don Álvaro del Portillo para que se comenzara esta labor de almas en este país, que Polonia siga dando testimonio de su fe, también en medio del mundo. Estoy convencido de que, con el pasar del tiempo, muchos polacos van a ser también los que inicien la labor del Opus Dei en otros países, como personas de otros lugares lo han hecho recientemente en Indonesia, Rumania y Corea.

Romana, n. 51, Julio-Diciembre 2010, p. 359-363.

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