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Omnes cum Petro

Dos sucesos han marcado especialmente la primera mitad del año 2013: el anuncio de la renuncia de Benedicto XVI a la Sede de Pedro, el 11 de febrero, y la elección del Papa Francisco como nuevo Romano Pontífice, el 13 de marzo. En su última audiencia general, Benedicto XVI señalaba que “el Papa nunca está solo [...], el Papa pertenece a todos y muchísimas personas se sienten muy cerca de él”[1], y así se ha demostrado en ambos acontecimientos: han sido, para los fieles católicos y también para muchas personas de buena voluntad, un impulso para rezar con mayor intensidad por el sucesor de san Pedro —el obispo de Roma— y por la Iglesia de Cristo. Durante el cónclave —aseguró el Papa Francisco tras su elección—, “desde todos los rincones de la tierra se ha elevado la oración ferviente y unísona del pueblo cristiano por el nuevo Papa”[2]: el Señor ha escuchado las súplicas de sus hijos y ha concedido a la Iglesia otro Pastor. Se añade así un nuevo eslabón a la larga cadena que nos remonta al Príncipe de los apóstoles, a aquel pescador de Galilea a quien Cristo hizo fundamento visible de su Iglesia[3].

“Cristo. María. El Papa. ¿No acabamos de indicar, en tres palabras, los amores que compendian toda la fe católica?[4]. Estas palabras escritas por el fundador del Opus Dei en 1934 son fruto de su profundo convencimiento de que hemos de “querer tiernamente al Papa, il dolce Cristo in terra como gustaba repetir santa Catalina de Siena”[5], y de que este amor es parte importante de la relación del cristiano con Jesucristo y con su Iglesia. Por eso, nunca dejó de repetir que hay que querer al Papa sea quien sea: omnes cum Petro. Ese amor —verdaderamente teológico— se fundamenta en la fe de que él es, por querer divino, el Vice Cristo, principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de fe y de comunión[6]. Durante sus años al frente de la prelatura del Opus Dei, el venerable Álvaro del Portillo —en continuidad y absoluta fidelidad a san Josemaría— insistió también en este punto: en 1988, por ejemplo, afirmaba que “permanecer unidos al Papa es el único modo de ser fieles a las palabras de Nuestro Señor, que ha asegurado: super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam. Es Cristo quien edifica la Iglesia —y nosotros con Él— por medio del Espíritu Santo, pero sobre el fundamento que Él mismo ha puesto. No hay más camino que actuar siempre cum Petro et sub Petro, en unión con el Papa y sujetos a su autoridad”[7].

Esta visión de fe lleva a los fieles cristianos a traducir su amor al Romano Pontífice en manifestaciones concretas de afecto. En primer lugar, con la oración de petición diaria por su persona y sus intenciones. No faltan momentos para esto: por ejemplo, durante la Santa Misa —el sacrificio más grato a Dios— se pide explícitamente por el Santo Padre. Las noticias que se reciben sobre la Iglesia pueden ser también ocasión de unión con Pedro. Todos en la Iglesia podemos y debemos ayudar al Romano Pontífice a llevar el peso de su ministerio. En este sentido se expresaba san Josemaría: “Ama, venera, reza, mortifícate —cada día con más cariño— por el Romano Pontífice, piedra basilar de la Iglesia, que prolonga entre todos los hombres, a lo largo de los siglos y hasta el fin de los tiempos, aquella labor de santificación y gobierno que Jesús confió a Pedro”[8].

Al mismo tiempo, estar unidos al Papa mueve a acoger sus enseñanzas y disposiciones con generosa apertura y disponibilidad. “La fidelidad al Sucesor de Pedro implica una obligación clara y determinada: la de conocer el pensamiento del Papa, manifestado en Encíclicas o en otros documentos, haciendo cuanto esté de nuestra parte para que todos los católicos atiendan al Magisterio del Padre Santo y acomoden a esas enseñanzas su actuación en la vida”[9]. Un buen hijo de la Iglesia no se desentiende de lo que el Papa enseña. Por fortuna, los medios de comunicación actuales permiten acceder a sus palabras con facilidad: conocerlas bien proporcionará numerosas oportunidades de apostolado y, haciendo eco al Papa en el propio ambiente —también entre quienes pueden estar más alejados de la fe—, puede lograrse que muchos crezcan en interés por su magisterio. El Señor tal vez se servirá de esos sentimientos para que numerosos hombres y mujeres redescubran la hermosura de la Iglesia.

“En esta hora de emoción, en la que se toca la universalidad de la Iglesia —decía Mons. Javier Echevarría con motivo de la elección del Papa Francisco—, reafirmo al nuevo Romano Pontífice una completa adhesión a su persona y a su ministerio, seguro de expresar así los sentimientos de los fieles —laicos y sacerdotes— de la Prelatura del Opus Dei. Todos nos encomendamos a las oraciones de Su Santidad, para contribuir eficazmente, con disponibilidad alegre, a la tarea de evangelización que el Papa ha mencionado en su primer saludo a la Iglesia”[10].

En este número de Romana se recogen las últimas palabras pronunciadas como Romano Pontífice por Benedicto XVI y los textos de varias homilías y audiencias del Papa Francisco. Además se presentan algunas intervenciones del prelado del Opus Dei en los medios de comunicación con motivo de la renuncia de Benedicto XVI y la elección del primer Papa americano. No faltan noticias relacionadas con san Josemaría y con la prelatura del Opus Dei. Cierra el número un estudio del Prof. Armando Fumagalli sobre el compromiso de los cristianos en el mundo de la comunicación.

[1] BENEDICTO XVI, Audiencia general, 27-II-2013.

[2] FRANCISCO, Audiencia a todos los cardenales, 15-III-2013.

[3] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 936.

[4] SAN JOSEMARÍA, Instrucción, 19-III-1934, n. 31, cit. en, p. ej., Conversaciones, Edición crítico-histórica, p. 260, nota 46a.

[5] SAN JOSEMARÍA, Amar a la Iglesia, n. 28.

[6] Cfr. CONCILIO VATICANO II, Const. Dog. Lumen gentium, n. 18.

[7] VENERABLE ÁLVARO DEL PORTILLO, Homilía, 2-V-1988, cit. en Romana n. 4 (1988), p. 101.

[8] SAN JOSEMARÍA, Forja, n. 134.

[9] SAN JOSEMARÍA, Forja, n. 633.

[10] MONS. JAVIER ECHEVARRÍA, Palabras con ocasión de la elección del Papa Francisco, 13-III-2013.

Romana, n. 56, Enero-Junio 2013, p. 12-14.

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