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«La misericordia de Dios inspiró su Obra» Textos de san Josemaría sobre la historia del Opus Dei

Federico M. Requena

Instituto Histórico San Josemaría Escrivá de Balaguer


El título del presente estudio pone en relación la misericordia de Dios y la historia del Opus Dei. Dos temas que, como se ilustra a continuación, estuvieron entrelazados en el pensamiento y en la experiencia fundacional de san Josemaría Escrivá de Balaguer (la expresión «la misericordia de Dios inspiró su Obra» procede de hecho de un escrito suyo[1]). El Año santo de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco, ofrece una ocasión propicia para profundizar en este engarce.

Es conocida la devoción que san Josemaría tuvo, desde joven, al Amor Misericordioso. «Acerca del Amor Misericordioso —escribía en los primeros años 30— diré que es una devoción que me roba el alma»[2]. Como hemos analizado en otro lugar, las manifestaciones de esta devoción fueron evolucionando a lo largo de su vida, pero el tema de la Misericordia estuvo siempre presente, incluso, intensificándose al final de sus días en la tierra[3]. Así se expresaba, por ejemplo, en 1972: «Y descubrí con más hondura la misericordia de Dios recientemente; hace dos o tres años. Entendedme lo que quiero decir: esa hondura de la misericordia, que a mí me hace falta para que el Señor no me tenga en cuenta tantas faltas de docilidad a su gracia y tantos errores»[4].

El objetivo de estas páginas no es volver sobre la devoción de san Josemaría al Amor Misericordioso, ni estudiar el tema de la misericordia de Dios en sus enseñanzas. Lo que pretendo ahora —como se anticipa en la explicación del título—, es indagar en la relación entre la misericordia de Dios y la misma existencia y vida del Opus Dei, tal como se nos presenta en el pensamiento de su fundador.

Se estudia esta relación a partir de varios textos en los que san Josemaría lleva a cabo una lectura, en clave teológica, de la historia de la institución por él iniciada y de su proyección en el futuro: «Veo a la Obra proyectada en los siglos», repetía muchas veces[5]. Una lectura de esos textos manifiesta con claridad que, para san Josemaría: 1. la historia del Opus Dei es la historia de las misericordias de Dios; y 2. el Opus Dei es una manifestación de la misericordia de Dios para la humanidad. Estas dos ideas —interconectadas, pero distintas— ofrecen la estructura de las siguientes consideraciones. Evidentemente, estas reflexiones se encuadran en la comprensión que san Josemaría tenía del Opus Dei como una parte de la Iglesia. Como escribe Papa Francisco, «la misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia»[6]

1. La historia del Opus Dei es la historia de las misericordias de Dios

San Josemaría, dirigiéndose a sus hijos espirituales, solía expresarse en estos términos: «Siempre afirmo —es la pura verdad— que la historia del Opus Dei habrá que escribirla de rodillas, porque es la historia de las misericordias de Dios»[7]. Expresiones similares utilizó, en diversas ocasiones, tanto de palabra como por escrito[8].

Para enmarcar adecuadamente estas expresiones resulta necesario, ante todo, tener en cuenta que para san Josemaría toda la historia de los hombres es el ámbito en el que se despliega la misericordia de Dios. «En este canto a las riquezas de la fe que es la Epístola a los Gálatas, san Pablo nos dice que el cristiano debe vivir con la libertad que Cristo nos ha ganado (cfr. Gal 4, 3). Ese fue el anuncio de Jesús a los primeros cristianos, y eso continuará siendo a lo largo de los siglos: el anuncio de la liberación de la miseria y de la angustia. La historia no está sometida a fuerzas ciegas ni es el resultado del acaso, sino que es la manifestación de las misericordias de Dios Padre. Los pensamientos de Dios están por encima de nuestros pensamientos, dice la Escritura (cfr. Is 55, 8; Rm 11, 33); por eso, confiar en el Señor quiere decir tener fe a pesar de los pesares, yendo más allá de las apariencias. La caridad de Dios —que nos ama eternamente— está detrás de cada acontecimiento, aunque de una manera a veces oculta para nosotros»[9].

En la línea de lo expuesto por santo Tomás y recientemente recordado por el Santo Padre Francisco, san Josemaría consideraba, en efecto, que la misericordia de Dios es la mayor expresión de su omnipotencia[10]. Conviene recordar, además, que el fundador del Opus Dei atribuía la omnipotencia divina primeramente a Dios Padre creador, en relación con su particular y viva experiencia de la filiación divina.

La omnipotencia misericordiosa de Dios no solo tolera, sino que reclama la existencia de una libertad real por parte de los hombres. Libertad que, en el caso de los santos, llega a su plenitud a través de una decidida identificación con la voluntad de Dios. De este modo, regresamos al texto con el que se iniciaba este epígrafe, para retomar el enlace entre la misericordia de Dios y la historia del Opus Dei.

«Siempre afirmo —es la pura verdad— que la historia del Opus Dei habrá que escribirla de rodillas, porque es la historia de las misericordias de Dios. Esto se descubre de modo particularmente claro en mi vida: todo lo ha hecho el Señor. Tengo cincuenta años y sigo cargado de defectos. En la Obra todo lo ha hecho Dios; humanamente hablando, ¿qué había? Sólo buen humor, mucho amor a Jesucristo y a su Iglesia, y afán de perseverar ante lo imposible. El Señor me ha manejado como yo, de niño, manejaba, a los soldaditos de plomo: los llevaba por donde quería, a veces los descabezaba... Así ha obrado conmigo el Señor: me ha conducido por las sendas que Él ha querido, ha permitido que me diesen buenos trastazos, porque me convenían»[11].

El texto muestra con claridad que, para san Josemaría, la afirmación de que «la historia del Opus Dei es la historia de las misericordias de Dios» tiene dos implicaciones principales: la misericordia de Dios se despliega, en primer lugar, en su propia biografía; y en segundo lugar, se manifiesta en el desarrollo del Opus Dei. Dos ámbitos estrechamente relacionados, pero distinguibles.

El fundador del Opus Dei subrayó la acción de la misericordia de Dios en su vida poniendo un particular acento en el modo en el que Dios lo utilizó como instrumento —«todo lo ha hecho Dios»—. Así se refleja en la comparación con el niño que juega con los soldaditos de plomo, como en el siguiente texto, en el que san Josemaría pone de manifiesto la desproporción entre el instrumento y la Obra, entre su realidad personal y la misión encomendada. «Dios continúa actuando sus misericordias y poniendo por obra la historia de sus mirabilia (cfr. Sal

76, 15), de sus obras admirables. Y sigue fijando sus ojos en instrumentos desproporcionados, que experimentan aquel mismo sagrado temor y sufren ante la acción del Espíritu Santo, que es espolón de acero exigente, porque hasta aquí lleva Dios, como Maestro, a las almas sin maestro: baja, si quieres subir; pierde, si quieres ganar; sufre, si quieres gozar; muere, si quieres vivir, dice el místico castellano»[12].

Simultáneamente, san Josemaría entendía que la principal manifestación de la misericordia de Dios en su vida no había sido su elección como instrumento de las obras de Dios. Esa manifestación de la misericordia había sido precedida por otra aún mayor, que acentuaba su libertad, evitando toda percepción puramente instrumental de su colaboración con la voluntad de Dios. Para san Josemaría, la gran manifestación de la misericordia de Dios en su vida fue que él le enseñó a amar: «Hijos míos, con la contrición está el Amor: ninguno de estos trabajos, ninguna pena me ha hecho perder el gaudium cum pace, porque Dios me ha enseñado a amar, y nullo enim modo sunt onerosi labores amantium (San Agustín, De bono viduitatis, 21, 26); para quien ama, el trabajo no es nunca carga pesada. Por esto, lo importante es aprender a amar, porque in eo quod amatur, aut non laboratur, aut et labor amatur (San Agustín, ibid.): donde hay amor, todo es felicidad. Y ésta ha sido la gran misericordia de Dios: que me ha conducido como a un niño pequeño, enseñándome a amar. Cuando apenas era yo adolescente, arrojó el Señor en mi corazón una semilla encendida en amor, y esa semilla es hoy, hijas e hijos míos, un árbol frondoso, de esbelto tronco, que restaura con su sombra a una legión de almas»[13].

La conjunción entre libertad e identificación con la voluntad de Dios es una dimensión de la vida de san Josemaría que el cardenal Ratzinger resaltó y expresó sintéticamente con las palabras «dejar obrar a Dios»: «Siempre me ha llamado la atención el sentido que Josemaría Escrivá daba al nombre Opus Dei; una interpretación que podríamos llamar biográfica y que permite entender al fundador en su fisonomía espiritual. Escrivá sabía que debía fundar algo, y a la vez estaba convencido de que ese algo no era obra suya: él no había inventado nada: sencillamente el Señor se había servido de él y, en consecuencia, aquello no era su obra, sino la Obra de Dios. Él era solamente un instrumento a través del cual Dios había actuado»[14].

Estas palabras del cardenal Ratzinger nos permiten pasar desde la dimensión biográfica, en la que contemplábamos el primer campo de expresión de la misericordia de Dios en la vida de san Josemaría, al segundo ámbito indicado anteriormente: el origen y desarrollo del Opus Dei como historia de las misericordias de Dios. Acudamos además a unas palabras suyas, escritas al cumplirse siete años de la fundación de la Obra: «Desde aquel 2 de octubre de 1928, ¡cuántas misericordias del Señor! Hoy lloré mucho. Ahora que todo va muy bien, es cuando me encuentro flojo y como sin fortaleza. ¡Qué claramente se conoce que todo lo has hecho y lo haces tú, Dios mío!»[15].

Son numerosos los textos en los que san Josemaría se refiere a las misericordias de Dios que jalonan la historia del Opus Dei, o que han precedido y acompañado sus pasos. Sirvan dos a modo de ejemplo. Uno tomado de su predicación: «El recuerdo de las grandes misericordias de Dios que jalonan la historia de nuestra Obra»[16]. El segundo, de uno de sus escritos: «Quiero abriros mi corazón, en esta fiesta del Apóstol de las gentes, para que os llenéis de agradecimiento, al considerar cómo nos ha ido conduciendo el Señor por este camino nuevo que ha dispuesto con el Opus Dei. Toda la historia de la Obra es una historia de las misericordias de Dios. Ni en esta carta, ni en muchos documentos que os escribiera, podría agotar el relato de estas providencias de la bondad de Dios, que han precedido y acompañado siempre los pasos de la Obra»[17].

Intentar enumerar, por tanto, los momentos en los que san Josemaría descubrió la misericordia de Dios en el devenir de su tarea fundacional, sería una empresa imposible para los límites de estas páginas. En todo caso, y como ilustración de lo anteriormente expuesto, se puede hacer referencia a dos facetas de la historia del Opus Dei: su consolidación y expansión y, por otro lado, las incomprensiones sufridas. Porque, paradójicamente, san Josemaría unía con frecuencia estas dos dimensiones de la historia del Opus Dei, precisamente, desde la perspectiva de la misericordia.

He aquí dos textos al respecto. De nuevo, comenzamos eligiendo uno de su predicación: «Y ahora podría seguir hablando de ¡tantas cosas!: de las misericordias de Dios, porque estos cuarenta y siete años han sido la historia de las misericordias del Señor. ¡Cuánta labor, cuánta extensión, cuántas almas y en todas partes del mundo! Jesús ha esparcido la semilla apretándola entre sus manos sangrantes, y hemos ido con deshonra, con difamaciones, con calumnias y con cariño: porque nunca nos ha faltado el cariño de los buenos en todos los sitios. Por la parte que os toca, os doy las gracias; hermanos e hijos míos: gracias, muchas gracias»[18]. Y otro de sus escritos: «Luego han venido, de vez en cuando, pequeñas oleadas de cieno sobre nosotros: la misericordia del Señor, que cuida amorosamente de su Obra, ha querido que esas campañas de difamación nos llenaran de fecundidad. ¡Cuánto bien nos han hecho! Así la Obra y su espíritu y sus métodos de apostolado —toda la doctrina— han quedado no más o menos dibujados, sino esculpidos»[19].

Para san Josemaría, la consecuencia de lo expuesto era que la historia del Opus Dei debía ser escrita y leída de rodillas. De nuevo, tanto sus escritos, como su predicación nos ofrecen ejemplos de esta expresión. El primero que vamos a citar alude al momento en el que se trate de escribir esa historia. «Con estas Cartas que vengo escribiéndoos, no pretendo hacer la historia interna de la Obra, que se escribirá oportunamente, y que —como he dicho alguna vez— habrá de hacerse de rodillas, porque es la historia de las misericordias del Señor. Pero sí quiero exponer algunos puntos de carácter jurídico y teológico, y hacer algunas consideraciones relacionadas con nuestra historia, que habrán de seros de provecho»[20]. El segundo, en la misma línea, data de sus últimos años sobre la tierra: «Los que se dediquen a escribir la historia interna de la Obra, tendrán que hacerlo de rodillas, porque es la historia de las misericordias de Dios»[21]. El tercero habla más bien de la lectura de esa historia, tal y como él mismo la ha contado en cuanto fundador: «Algunas cosas yo las tenía que escribir, porque me lo mandaba mi confesor; otras, las he escrito yo en conciencia, y aquí están cuantas me pedían. Leedlas sin curiosidad, pero de rodillas, porque es la historia de las misericordias de Dios: la historia interna de la Obra ¡es increíble! Es imposible, es haber hecho un imposible. Ahora todo parece fácil. ¡Un imposible!»[22].

No habrá pasado desapercibido al lector el hecho de que el fundador del Opus Dei, en los tres textos que se acaban de proponer, al referirse a la historia del Opus Dei, utiliza la expresión «la historia interna de la Obra». Pienso que es relevante para nuestro tema intentar entender el significado que san Josemaría daba a esa expresión. Me limitaré a proponer una interpretación que, sin duda, hay que considerar provisional.

Cabría pensar que para san Josemaría, la «historia interna de la Obra» se identifica con la auténtica historia del Opus Dei, que a su vez se identifica con lo que Dios «ha puesto»; recuérdese el «todo lo ha hecho Dios» y expresiones similares, que aparecen en los textos arriba recogidos. San Josemaría fue testigo privilegiado —en sentido estricto cabría incluso decir que fue testigo único— de esa «historia interna de la Obra», que él vivió y transmitió luego al Opus Dei, al entregarle, en su conjunto, lo que habitualmente se designa como carisma propio o espíritu del Opus Dei. Es decir, la «historia interna de la Obra» sería el resultado del proceso de decantación que el fundador llevó a cabo, a lo largo de su vida, para ir dando forma y encarnando con fidelidad en instituciones, normas y costumbres, modos apostólicos y estilos de vida, la luz que recibió el 2 de octubre de 1928 y otras sucesivas. La misericordia de Dios se habría manifestado en la utilización de un instrumento «inepto y sordo», como en ocasiones se definía a sí mismo, para hacer su Obra. Dios «escribe con la pata de una mesa», o «escribe derecho con renglones torcidos», son expresiones del fundador que se pueden leer en este contexto. La «historia interna de la Obra» sería, en suma, la historia de la acción de Dios en san Josemaría y, a través de él, en el constituirse del Opus Dei.

Desde otra perspectiva, se podría decir que la «historia interna de la Obra» se distingue en la mente de su fundador de lo que podríamos calificar, en lenguaje académico, una «historia del Opus Dei», en la que entran las consecuencias de las acciones puramente humanas de sus integrantes, también las limitaciones, los errores y las infidelidades. Es decir, también lo que no puede entrar en el «todo lo ha hecho Dios», o, dicho de otro modo, la debilidad e incluso la infidelidad en cuanto tales y no en cuanto transformadas por la misericordia divina y convertidas en instrumento de esa misericordia. Obviamente, para alcanzar la perspectiva «interna» es necesaria una lectura teológica de los acontecimientos, que es la que lleva a cabo san Josemaría. No sería suficiente una aproximación «simplemente» histórica. Al mismo tiempo, conviene destacar que estamos hablando de dos historias distintas, pero no contrapuestas. Es más, deberían ser dos historias compatibles; pues se trata, en realidad, de dos aproximaciones a una misma realidad sobrenatural y humana. Haciendo una analogía, que me parece pertinente al caso, se podría pensar en el historiador de la Iglesia que debe integrar en su relato tanto la santidad, que proviene de lo que «Dios pone» en su Iglesia a través de la fidelidad de los santos —de todo cristiano en cuanto que santo—, como los límites que también los cristianos introducen a través de sus imperfecciones e infidelidades. Al fin y al cabo, hablar de hacer historia del Opus Dei, en el sentido académico de la expresión, es hablar de hacer Historia de la Iglesia, con todas sus posibilidades y sus límites[23].

En cualquier caso, con independencia de la cuestión suscitada, pienso que los textos recogidos en las páginas anteriores muestran con claridad la hondura con que san Josemaría consideró el origen y la maduración del Opus Dei como una «historia de las misericordias de Dios». Una misericordia que se manifestó en su propia vida, en su tarea como fundador, en el surgir del Opus Dei, en los rasgos de su espíritu, en su consolidación y extensión, e incluso en las incomprensiones que acompañaron ese proceso.

Al mismo tiempo, habría que añadir que las consideraciones de san Josemaría sobre la relación entre el Opus Dei y la misericordia de Dios no se limitan a esta dimensión, que podríamos llamar historia del hacerse del Opus Dei. En la mente de san Josemaría, el Opus Dei, que nace y madura por misericordia de Dios, se convierte, a su vez y de modo inseparable, en instrumento para hacer presente en el mundo, entre los hombres, esa misma misericordia. Ocupémonos ahora de este punto.

2. El Opus Dei como instrumento de la misericordia de Dios en la historia de los hombres

Los textos propuestos hasta el momento permiten intuir que para san Josemaría la misericordia de Dios no se ha expresado solo en las bondades que jalonan la historia del Opus Dei desde su inicio y en su desarrollo: «cómo nos ha ido conduciendo el Señor por este camino nuevo que ha dispuesto con el Opus Dei». Para san Josemaría, la misericordia de Dios se manifiesta también, y en un sentido aun más fuerte, cuando ve el Opus Dei en la Iglesia, cumpliendo la misión en el mundo a la que Dios lo convoca. Como ya quedó apuntado, la misericordia de Dios, que alcanza su ápice en la redención, es una manifestación de la potencia divina mayor que la creación originaria. Lo que no es nada, o menos que nada —el hombre en su condición pecadora—, se convierte en instrumento de redención (cfr. 1 Co

1, 27-28).

Además, para el fundador del Opus Dei, la misericordia de Dios se manifiesta no solo en la posibilidad de convertirse en instrumento de redención, sino también en la llamada a llevar a cabo esa misión, precisamente en medio del mundo. Ilustramos estas afirmaciones con dos textos de san Josemaría.

En el primero, san Josemaría se dirige de modo específico a los fieles del Opus Dei, para recordarles que deben saberse, en virtud de la gracia, receptores de la misericordia, y vivir de acuerdo con ese don, pues solo así podrán ser instrumentos de misericordia, mediante una labor llevada a cabo con responsabilidad y con un delicado respeto a la libertad de todos los hombres. «Todos los días, hijos queridísimos, deben presenciar nuestro afán por cumplir la misión divina que, por su misericordia, nos ha encomendado el Señor. El corazón del Señor es corazón de misericordia, que se compadece de los hombres y se acerca a ellos. Nuestra entrega, al servicio de las almas, es una manifestación de esa misericordia del Señor, no sólo hacia nosotros, sino hacia la humanidad toda. Porque nos ha llamado a santificarnos en la vida corriente, diaria; y a que enseñemos a los demás —providentes, non coacte, sed spontanee secundum Deum (1 P 5, 2), prudentemente, sin coacción; espontáneamente, según la voluntad de Dios— el camino para santificarse cada uno en su estado, en medio del mundo»[24].

En el segundo texto, san Josemaría habla de «nosotros, los cristianos», reforzando la idea de que los miembros del Opus Dei son «cristianos corrientes», exponiendo la misión del bautizado en la santificación del mundo desde dentro. «Quiere el Señor que seamos nosotros, los cristianos —porque tenemos la responsabilidad sobrenatural de cooperar con el poder de Dios, ya que Él así lo ha dispuesto en su misericordia infinita—, quienes procuremos restablecer el orden quebrantado y devolver a las estructuras temporales, en todas las naciones, su función natural de instrumento para el progreso de la humanidad, y su función sobrenatural de medio para llegar a Dios, para la Redención: venit enim Filius hominis —y nosotros hemos de seguir los vestigios del Señor— salvare quod perierat (Mt 18, 11); Jesús vino para salvar a todos los hombres. Siendo Él la vida, la verdad y el camino (cfr. Jn 14, 6), quería enseñar el camino, la verdad y la vida a todos los hombres, en todos los tiempos»[25].

San Josemaría descubría la misericordia de Dios también en otros rasgos del espíritu del Opus Dei. Así por ejemplo, en lo que cabría denominar el estilo de la formación en la Obra, que desarrolla su acción formativa en un contexto de fraternidad y de familia: «Jesús va detrás de la oveja descaminada con una palabra de cariño y de consuelo, con una indicación clara de tus Directores, con el afecto de tus hermanos, con una corrección llena de sentido sobrenatural y humano, con una lectura que remueve...»[26]. O en el modo en el que ese espíritu armoniza lo divino y lo humano: «Debéis estar muy agradecidos a Dios, porque nos ha dado esta espiritualidad tan sincera y sencillamente sobrenatural, y a la vez tan humana, tan cerca de los nobles quehaceres terrenos. Es gracia muy especial —luz de Dios, os decía—, que por su misericordia hemos recibido, y que con humilde fidelidad hemos de transmitir a otras muchas almas»[27].

Para terminar esta breve caracterización de la misión y de la vida del Opus Dei, desde la perspectiva de la misericordia, conviene hacer referencia a la Confesión, sacramento de la Misericordia por excelencia. El sacramento de la Reconciliación ocupa, en la predicación de san Josemaría, un lugar prominente. La misericordia es, aquí, la expresión del amor de un Padre que ama infinitamente a sus hijos y que les perdona siempre cuando acuden a él con humildad (expresada en la contrición). Tanto el espíritu como la pastoral del Opus Dei están imbuidos de este convencimiento. Así lo reflejó san Juan Pablo II, en diversas ocasiones, al referirse al carisma de la confesión que él advertía en el Opus Dei: «La próxima canonización de Juan Pablo II me recuerda —escribía Mons. Echevarría hace poco— con cuánta frecuencia este santo Pontífice comentaba que los fieles de la Prelatura del Opus Dei han recibido el carisma de la Confesión: una gracia especial de Dios para acercar a muchas almas a este tribunal de misericordia y de perdón, y así recuperar la alegría cristiana»[28].

Los textos de san Josemaría que podrían ilustrar este rasgo del espíritu y la praxis pastoral del Opus Dei son muy numerosos. Proponemos solamente uno, dirigido a un grupo de fieles del Opus Dei que se disponían a recibir la ordenación sacerdotal. «Os vais a ordenar, hijos míos, para administrar los Sacramentos y para predicar la Palabra de Dios. Especialmente el Sacramento de la Penitencia ha de ser para vosotros pasión dominante: habréis de dedicar muchas horas a administrarlo en el confesonario, mediante la confesión auricular, urgidos en vuestra caridad por el amor misericordioso de Jesús, reproduciendo en vosotros de este modo la imagen divina del Buen Pastor, que busca una a una las ovejas»[29].

En suma, para san Josemaría, el Opus Dei será instrumento de la misericordia de Dios para con los hombres, en la medida en que sus fieles acojan la misericordia de Dios y transmitan con «humilde fidelidad», mediante sus propias vidas, lo que han recibido.

Conclusión

La reflexión llevada a cabo sobre los textos de san Josemaría en torno a la historia del Opus Dei, recogidos en las páginas precedentes, pone de manifiesto que la percepción de la misericordia divina estuvo muy presente, no solo en su vida personal, sino en la lectura que como fundador llevó a cabo del nacimiento, maduración y expansión de la Obra. Parece claro que la misericordia de Dios y la existencia del Opus Dei en la Iglesia se funden en el pensamiento de su fundador y que esta fusión ofrece una clave de lectura fecunda para aproximarse a su historia.

La historia del Opus Dei como historia de las misericordias de Dios y el Opus Dei como instrumento de la misericordia de Dios en la historia de los hombres son dos líneas que estructuran ese pensamiento de san Josemaría. El engarce entre misericordia de Dios e historia del Opus Dei —y análogamente, historia de la Iglesia— se podría sintetizar del siguiente modo. A nivel personal, la máxima expresión de la misericordia de Dios es que él ama y enseña a amar. El hecho de que el fiel del Opus Dei —y todo cristiano— haya sido convertido en instrumento de corredención, a pesar de las personales limitaciones, es también manifestación de la misericordia, así como el hecho de ser llamado a llevar a cabo esta misión en medio del mundo. Ser hijo de la Iglesia y ser llamado a esa concreción de la vivencia cristiana que es la llamada al Opus Dei es ser receptor de la misericordia de Dios, y, a la vez, ser constituido en instrumento para difundir misericordia en el mundo, viviendo en ese mundo.

La misericordia de Dios es, por tanto, no solo una importante dimensión en la experiencia espiritual de san Josemaría, sino una realidad que se presenta en su pensamiento como la razón de ser del Opus Dei en su conjunto y, a fin de cuentas, de la Iglesia en cuanto tal.

[1] Cfr. Carta (25-I-1961), n. 12, en AGP, serie A-3, 94-2-2.

[2] Apuntes íntimos, n. 510, 25-XII-1931, cit. en Camino, edición crítico-histórica preparada por

Pedro Rodríguez, Rialp, Madrid, 2002, pp. 804-805.

[3] Cfr. Federico M. Requena, “San Josemaría Escrivá de Balaguer y la devoción al Amor Misericordioso (1927-1935)”, Studia et Documenta, 3 (2009), pp. 139-174. Sobre esa devoción al Amor Misericordioso, cfr. Idem., Católicos, devociones y sociedad durante la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República. La Obra del Amor Misericordioso en España (1922-1936), Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2008.

[4] Notas de una reunión familiar, 19-XI-72, en volúmenes de “Catequesis” 1972/2, p. 480, en AGP, Biblioteca, P04.

[5] Carta (16-VII-1933), nn. 3 y 26, citada en Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, vol. III, Rialp, Madrid, 2002, pp. 229-230.

[6] Francisco, Bula Misericordiae Vultus

(11-IV-2015), n. 10.

[7] Notas de una meditación, 11-IV-1952, en AGP, serie A.4.

[8] Cfr. por ejemplo: Carta (14-II-1944), n. 4, en AGP, serie A.3, 92-2-2; Carta (25-I-1961), n. 1, en AGP, serie A.3, 94-2-2, y notas de una reunión familiar, 9-II-1975, en volúmenes de “Catequesis”, 1975/3, p. 142, en AGP, Biblioteca, P04.

[9] Artículo “Las riquezas de la fe”, Diario ABC, Madrid, 1-XI-1969, en José Antonio Loarte (ed.), Por las sendas de la fe, Ediciones Cristiandad, Madrid, 2013, pp. 31-32.

[10] Cfr. Francisco, Bula Misericordiae Vultus

(11-IV-2015), n. 6.

[11] Notas de una meditación, 11-IV-1952, en AGP, serie A.4.

[12] Carta (6-V-1945), n. 5, en AGP, serie A.3, 94-4-2.

[13] Carta (25-I-1961), n. 3, en AGP, serie A.3, 94-2-2. La cursiva es nuestra.

[14] Joseph Ratzinger, “Dejar obrar a Dios”, Diario ABC, 6 de octubre de 2002.

[15] Apuntes íntimos, n. 1283, citado en Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, tomo I, Rialp, Madrid, 1997, pp. 557-558.

[16] Notas de una meditación, 15-I-1959, en AGP, serie A.4.

[17] Carta (25-I-1961), n. 1, en AGP, serie A.3, 94-2-2.

[18] Notas de una reunión familiar, 26-VI-1974, en volúmenes de “Catequesis”, 1974/1, p. 684, en AGP, Biblioteca, P04.

[19] Carta (14-IX-1951), n. 7, en AGP, serie A.3, 93-3-2.

[20] Carta (14-II-1944), n. 4, en AGP, serie A.3, 92-2-2.

[21] Notas de una reunión familiar, 9-II-1975, en volúmenes de “Catequesis”, 1975/3, p. 142, en AGP, Biblioteca, P04.

[22] Notas de una reunión familiar, 1-VI-1974, en AGP, serie A.4.

[23] He tenido ocasión de abordar esta cuestión, con la colaboración de José Luis González Gullón, aunque desde una perspectiva distinta, en “Escribir la historia del Opus Dei. Algunas consideraciones historiográficas”, en Luis Martínez Ferrer (Ed.), Venti secoli di storiografia ecclesiastica. Bilancio e prospettive, Edusc, Roma, 2010, pp. 413-425.

[24] Carta (24-III-1930), n. 1, en AGP, serie A.3, 91-1-3.

[25] Carta (30-IV-1946), n. 19, en AGP, serie A.3, 92-5-2.

[26] Notas de una meditación, 15-I-1959, en AGP, serie A.4.

[27] Carta (11-III-1940), n. 17, en AGP, serie A.3, 91-6-2.

[28] Javier Echevarría, Carta pastoral, 1-IV-2014, http://opusdei.org/es/document...

[29] Carta (10-VI-1971), n. 5, en AGP, serie A.3, 95-2-1.

Romana, n. 62, Enero-Junio 2016, p. 208-219.

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