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Entrevista concedida a Frankfurter Allgemeine Zeitung, Alemania (3-IX-2017)

Realizada por Constanze Reuscher

—Es la primera persona al frente del Opus Dei que no ha tenido una relación personal con el fundador. ¿Qué significa esto para su trabajo?

—Conocí al fundador cuando tenía 19 años. Después pude estar con él, con más frecuencia, durante los últimos ocho años de su vida, porque —aunque no trabajé a su lado— de 1967 a 1975 tuve la suerte de vivir en la misma casa donde él vivía. Escuché su predicación y vi el afecto paternal con el que nos trataba a todos. Sus enseñanzas y su ejemplo me han impresionado y se han quedado en mi memoria para siempre. Hoy me encomiendo diariamente a san Josemaría y le pido que interceda por mi tarea.

Ser el sucesor de un santo es una gran responsabilidad, que se traduce en el deseo de vivir con fidelidad. Pido a Dios ser capaz de dar continuidad al espíritu recibido, con la creatividad que se exige a todo cristiano, de igual modo que han sabido hacerlo mis predecesores, cuya fidelidad no ha sido nunca inmovilismo, porque hay circunstancias históricas y desafíos diferentes que a menudo exigen soluciones nuevas.

—Usted nació en el exilio, en París, porque sus padres se habían visto obligados a huir del régimen de Franco. ¿Afecta esto a su trabajo en la prelatura, puesto que a veces, en la opinión pública, se habla de una cercanía del Opus Dei con Franco y con las dictaduras sudamericanas?

—Mi padre tuvo que huir de España en 1939 a causa de la guerra civil, porque era un militar leal a la República, y por lo tanto contrario al régimen franquista. Tan pronto como pudo, se las arregló para llevar a toda la familia a Francia.

En el exilio se sufren las consecuencias de la falta de libertad, aunque en mi caso era demasiado pequeño para entender la situación. En el ambiente de una familia exiliada, aprendí el valor de la libertad individual. Quizás esta fue una de las razones por las que me atrajo fuertemente el espíritu del Opus Dei. En la prelatura se promueven la libertad personal y la responsabilidad —dos caras de una misma moneda—, tanto para la vida social como para la espiritual.

El Opus Dei, como tal, está completamente desvinculado de la política, es independiente de la política como lo es una diócesis o una parroquia. De otra manera sería contrario a su finalidad, puramente religiosa, espiritual. Dicho esto, cualquier persona del Opus Dei —como cualquier otro cristiano— puede tener la opinión política que considere oportuna, siempre que respete las normas de convivencia civil y no sea contraria a las enseñanzas de la Iglesia.

Ese vínculo en la opinión pública que usted menciona se debe al hecho histórico de que un número reducido de miembros del Opus Dei fueron ministros durante el período franquista. Pero piense que todos los ministros del franquismo (más de cien entre los diferentes gobiernos) eran católicos; los que pertenecían al Opus Dei se pueden contar con los dedos de las manos, y ciertamente no formaban un «grupo». Cuando san Josemaría conoció sus nombramientos actuó de acuerdo con su forma de actuar: respetar su libertad, aunque sabía que se enfrentaría a algunas dificultades en términos de «opinión pública». Pero también defendió, de igual modo, la libertad de otros miembros del Opus Dei que pensaban justo lo contrario.

En la España de la posguerra, una extensa mayoría de los católicos simpatizaban con el franquismo, especialmente después de haber experimentado una persecución exacerbada contra la Iglesia en los meses que precedieron a la guerra. Ver la historia en su contexto ayuda a comprender decisiones que hoy a algunos pueden parecerles incomprensibles. En el Opus Dei también había otras personas con fuertes convicciones antifranquistas. Algunos fueron objeto de campañas de difamación en la prensa por parte del partido oficial del régimen (la Falange), como Rafael Calvo Serer, miembro del Opus Dei, que tuvo que vivir en el exilio durante muchos años. También conocí a varios universitarios del Opus Dei que formaron parte, junto con muchos otros de su edad, de los primeros movimientos públicos contra ese régimen.

Sin embargo, desconozco los orígenes de esa percepción que usted menciona sobre América Latina. La realidad es que en ninguna de esas dictaduras hubo ningún ministro, o cargo similar, de la prelatura. A veces hay demasiada fantasía en el imaginario colectivo, y sólo queda reaccionar con paciencia.

—El Opus Dei tiene fama de seguir siendo hoy una comunidad conservadora que busca influir en la política. ¿Es eso cierto?

—Dividir a los cristianos en «conservadores» y «progresistas» tal vez revele, en el fondo, una actitud de exclusión, una actitud de marginación a los que piensan de manera diferente. Entiendo que puede ser más fácil explicar la Iglesia reduciéndola a bloques monolíticos y opuestos, pero de esta manera perdemos la variedad de opiniones que la enriquecen.

Si se trata de «preservar» la esencia del Evangelio, sí, cada cristiano es un conservador; y si se trata de aplicar el Evangelio a la propia vida, cada cristiano es un «progresista» porque desea crecer y progresar.

En cualquier caso, prefiero evitar este tipo de categorías, que considero pobres.

Como le decía antes, el Opus Dei y la política son realidades diferentes. Sería un error atribuir a esta institución de la Iglesia las opciones políticas de sus miembros, opciones que, gracias a Dios, son muy variadas.

—El Opus es sobre todo una organización de laicos, pero tiene un sacerdote a la cabeza. ¿Cómo es la relación entre los laicos y el clero?

—De hecho, el 98% de los fieles del Opus Dei son laicos, de todos los estratos sociales y, en su mayoría, casados. La relación con el 2% restante (los sacerdotes) es la típica de cada circunscripción de la Iglesia a la que pertenecen laicos y sacerdotes.

El Opus Dei no es ni una asociación de laicos ayudados por sacerdotes, ni una organización de sacerdotes con la que algunos laicos cooperan. Desde el principio, san Josemaría quiso que fuéramos una estructura orgánica de laicos y sacerdotes, cuya relación es la que existe entre el sacerdocio común —el sacerdocio que comparten todos los bautizados— y el sacerdocio ministerial —el clero ordenado—, que es una relación constitutiva de la Iglesia.

La figura canónica de la prelatura personal responde bien a esta realidad teológica y pastoral. Los laicos y los sacerdotes se enriquecen espiritualmente por su vocación específica y por la interdependencia mutua.

— ¿Puede explicar los tres objetivos principales de la prelatura?

—La prelatura ofrece formación cristiana y asistencia espiritual a sus fieles y a quienes se acercan con el deseo de crecer en su propia vida espiritual y en la caridad con los demás; recuerda la llamada universal a la santidad: todos estamos llamados al abrazo final con este Padre misericordioso que es Dios, sea cual sea que sea nuestra situación actual.

Se trata de llevar a Jesucristo y a la Iglesia a todas partes, de extender la esperanza que ofrece el Evangelio. Se trata de recordar al empresario, al médico, al barrendero, al periodista, al cocinero, en definitiva, a cualquier persona, que Dios no está lejos, sino que se encuentra en la vida ordinaria, de modo particular en el trabajo bien hecho para servir de los demás, en la vida cotidiana compuesta de oración, de contrariedades y de alegrías.

Después de ser nombrado prelado por el Papa Francisco, señalé tres objetivos principales que, en realidad, son especialmente urgentes para todos los católicos: acompañar a los jóvenes en su camino de fe, servir a los enfermos y a los más necesitados —están en el corazón del Evangelio—, y ayudar a las familias que comienzan a construir un futuro, porque son la esperanza de la sociedad y sufren particularmente los males que las afligen.

—El Opus Dei está también en Alemania. ¿Hay alguna actividad de especial interés para la opinión pública?

—El Opus Dei está presente en Alemania desde 1952, y desde entonces se han llevado a cabo muchas actividades en el campo de la formación cristiana y de la catequesis.

Hay algunas realidades más visibles, por así decirlo, como la parroquia de San Pantaleón, en Colonia, confiada a sacerdotes de la prelatura; pero al mismo tiempo, hay muchas las personas del Opus Dei que colaboran en los órganos parroquiales y diocesanos de los lugares donde viven.

Otras actividades conocidas son, por ejemplo, la residencia de mujeres International College Campus Müngersdorf en Colonia donde, desde los años 60, conviven alumnas cristianas y alumnas de otras religiones; el centro de encuentros universitarios MaxTor95 en Múnich, que actualmente está construyendo una nueva sede más cercana a la universidad, y otras muchas.

Además de estas y otras iniciativas, me gusta pensar en las muchas personas del Opus Dei que, impulsadas por su encuentro personal con Cristo, promueven actividades de servicio que apenas ocupan titulares. Concretamente, hay ahora un movimiento general (no sólo entre los jóvenes, sino también entre los ancianos) de servicio a los refugiados: en los comedores, en la batalla por conseguir documentos oficiales de las autoridades municipales, sanitarias, con los propietarios de las casas, etc.

Recuerdo, por ejemplo, el trabajo de un profesor de instituto en la cuenca del Ruhr: orienta a los refugiados sirios para que se integren bien en el sistema educativo alemán. Precisamente, esta misma semana, algunas estudiantes del Campus Müngersdorf también están llevando a cabo un proyecto para niñas y niños refugiados y traumatizados. Y así podría mencionar muchos otros casos, como el de una «residencia integrada», en la que conviven ancianos y jóvenes, que fue promovida por una mujer de la Obra, o las iniciativas de orientación familiar y preparación al matrimonio que tienen lugar en los distintos centros.

Desde 1994, más de 150 jóvenes alemanes han participado activamente en la Schule statt Straße (escuela en lugar de calle): organizan campos de trabajo en aldeas aisladas de Uganda y Kenia, construyendo escuelas primarias bajo la dirección de trabajadores locales. Es una iniciativa de dos hombres del Opus Dei.

—En Roma hay varias universidades pontificias. ¿Cuál es el papel específico y la peculiaridad de la vuestra?

—La Universidad de la Santa Cruz busca profundizar en el contenido intelectual y en la riqueza antropológica de la fe, manteniendo abierto un diálogo con los desafíos de la cultura contemporánea.

El trabajo que se realiza en la Santa Cruz busca responder a las particularidades del mundo de hoy, con sus luces y sombras, colaborando en la formación de hombres y mujeres de fe, capaces de dialogar con la modernidad y de proponer de manera convincente la luz de Cristo.

Sin entrar en la especificidad de cada una de las facultades, diría que —siguiendo la herencia de san Josemaría— se busca particularmente una armonía entre la formación profesional e intelectual, por un lado, y la formación espiritual y teológica por otro.

Evidentemente, son retos que compartimos con el resto de universidades y centros de estudios que hay en Roma, con los que queremos colaborar y de los que queremos aprender.

—¿Qué opina de la imagen que transmite sobre el Opus Dei cierta literatura y cine popular, como por ejemplo, la del escritor norteamericano Dan Brown?

—Creo que a veces no hay otro remedio que responder a estos fenómenos con una sonrisa y trabajar para que emerja la realidad.

La preocupación principal de aquel libro era la manera frívola y superficial con la que se trataba a la persona de Cristo. Por ese motivo, muchos cristianos quisieron aprovechar esa ola de interés público —esa necesidad— para hacer una especie de catequesis masiva sobre la figura de Jesús y sobre la realidad de la Iglesia.

La caricatura del Opus Dei estaba tan alejada de la realidad que era casi cómica, incluso grotesca. Mirando todo esto con perspectiva, puedo decir que quizás ha servido para adquirir experiencia sobre cómo darse a conocer mejor, ante un público mucho más amplio de lo habitual. Y en este punto, doy gracias a Dios por las miles de personas que se han acercado a la Iglesia a través de esta aparente contrariedad.

En el fondo, desde una perspectiva de fe, las críticas, las contrariedades, han estimulado siempre a los cristianos a la oración, a la humildad y al deseo de compartir con los demás la alegría de una vida coherente con el Evangelio. El fundador del Opus Dei decía que, gracias a los golpes recibidos, los cristianos hemos llegado a todo el mundo. Algo parecido sucedió con los malentendidos y las confusiones generadas por este libro aunque, obviamente, no deseo que nadie tenga que pasar por una situación así, que consume tanto tiempo y energías para hacer prevalecer la verdad de los hechos.

Romana, n. 65, Julio-Diciembre 2017, p. 294-299.

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