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Entrevista publicada en la revista de Strathmore University (15-V-2018)

—Strathmore University le felicita por su elección como prelado del Opus Dei y, por tanto, como Canciller de este centro académico. ¿Qué visión de África, y específicamente de Kenia, tenía san Josemaría cuando envió a los primeros miembros del Opus Dei, que iniciaron el Strathmore A’Level College en 1961?

—Kenia fue el primer país de África al que llegaron fieles del Opus Dei, en 1958. Por eso, san Josemaría miró siempre con gran cariño a esa nación. Rezó mucho por los kenianos y por Strathmore. Esperaba que sus hijas e hijos que llegaran allí para desarrollar su trabajo profesional se convirtieran en unos ciudadanos más de la tierra que les acogería. Quiso que Strathmore College fuese interracial: en el equipo directivo, en el claustro de profesores y en el alumnado. Porque sólo hay una raza —le gustaba repetir—, la raza de los hijos de Dios. Por eso Strathmore es, en cierto modo, un lugar donde se ha de aprender a vivir así, como hijos de Dios.

—¿Qué espera de Strathmore University, ahora que se cumplen 10 años desde que fue erigida como universidad?

—Espero que este aniversario sea ocasión para abrirse al anhelo de la verdad. Supone una actitud muy propia del espíritu universitario, y es lo que deseaba san Josemaría —y después don Álvaro y don Javier—, para las personas que trabajan en esa tarea. Abrirse al mundo entero, con ilusión de servir y compartir lo mejor que se tiene.

—Strathmore consiguió el reconocimiento como universidad en 2008, en un momento en que Kenia estaba muy dividido tras los episodios de violencia que siguieron a las elecciones de 2007. ¿Cuál es su opinión sobre la orientación cristiana y los valores fundamentales de la Universidad, que se centran en la caridad y la unidad, tal y como se expresa en su lema Ut omnes unum sint?

—La unidad no se improvisa. Es un bien muy grande, que tiene que ver con la disposición de ayudar y de no hacer problema de las diferencias de cualquier clase. Ese lema, por tanto, constituye una base sobre la que seguir trabajando, y también un horizonte que alcanzar. La unidad es una conquista diaria: una lucha por apreciar y respetar las diferencias y por saber pedir perdón. Y en la Universidad se enseña a forjar una sociedad sobre ese fundamento. El Papa Francisco, en su visita a Kenia, animó a trabajar con integridad y transparencia por el bien común, a decir no a la corrupción y a fomentar un espíritu de solidaridad en todos los ámbitos de la sociedad y, de modo especial, con los más necesitados. Las dificultades, para un cristiano, son más bien desafíos, porque contamos siempre con la gracia de Dios y el estímulo de contribuir a mejorar las relaciones entre las personas, aun tomando como punto de partida las propias limitaciones.

—Siguiendo el mensaje de san Josemaría sobre la llamada universal a la santidad en el desempeño de las tareas ordinarias, ¿qué consejo daría al personal de la Universidad para que fomenten un trabajo excelente y mantengan en todo momento un alto nivel humano?

—La misma historia de Strathmore University puede ser fuente de inspiración: a lo largo de los años se ha ido creciendo: desde una pequeña institución académica hasta convertirse en una universidad. La grandeza de la Universidad depende del empeño por intentar trabajar mucho y bien, por desarrollar cada tarea con perfección humana y con amor de Dios. En ese sentido, la clave se encuentra en el corazón de cada profesor, de cada empleado, de cada alumno o directivo. Al fomentar el deseo eficaz de ayudar a los demás y de encontrar a Dios precisamente en esa labor ordinaria, su quehacer —el que sea— es siempre relevante. De aquí brota la importancia del amor en el trabajo. Es algo sencillo y, al mismo tiempo, sobrenatural.

—El avance tecnológico se ha extendido rápidamente en el mundo. África y Kenia no se quedan atrás, ¿qué consejo daría a los estudiantes, que necesitan encontrar un equilibrio entre ser expertos en tecnología y a la vez verdaderamente humanos?

—Les diría que no tengan miedo a ejercitar la libertad en lo que vale la pena. Las tecnologías aportan mucho a la vida, pero también es preciso «desconectar» para relacionarse, cara a cara, con los demás. Por otro lado, el futuro del país y, tal vez, de otras naciones, depende de los estudiantes que ahora se forman.

—¿Qué les diría a los profesores, que utilizan la tecnología para enseñar e investigar, y deberían orientar a los jóvenes a cultivar relaciones valiosas en la familia y en la sociedad?

—Los medios técnicos contribuyen a un mayor rendimiento en el trabajo de investigación. A la vez, son siempre medios, es decir, instrumentos que nos permiten llegar a un fin. Por tanto, un buen profesional procura emplearlos con una medida humana, que no aleje de los demás. La consecuencia de esa actitud es el influjo positivo de los profesores en el resto de la Universidad: su ejemplo repercute principalmente en los alumnos, que serán los dirigentes de la sociedad en pocos años.

—¿Cómo se encuentra a Dios en medio del ruido de las redes sociales?

—Se puede aprender a comunicarse con Dios de muchos modos. Basta acudir a la capilla, o dedicar un rato diario a rezar con el Evangelio. Un modo de «acceso» necesario son los sacramentos, especialmente la Confesión y la Eucaristía. Con la fuerza de la gracia de Dios, se trabaja y se vive en el ruido de la fábrica, de las aulas, de las calles y de los senderos del campo, con la compañía del Señor.

—A san Josemaría le gustaba trabajar con los desfavorecidos y marginados de la sociedad. ¿Qué ideas daría a quienes trabajan en proyectos de alcance comunitario para que sean más eficaces? ¿Qué papel juega la Universidad en el desarrollo de la economía de nuestro país?

—El Opus Dei creció —refería con frecuencia san Josemaría— en los barrios pobres de Madrid, porque en las enfermedades y sufrimientos de los demás encontraba la fortaleza de Dios. La prioridad de la persona mueve al cristiano a interesarse por cada uno, por cada una. El Papa ha recordado —por ejemplo en la última Exhortación apostólica— la necesidad de vivir la comprensión, el cariño, la verdadera atención por quienes nos rodean, invitando a vivir la enseñanza del final del capítulo 25 del Evangelio de San Mateo. Se trata de ver a Cristo en los demás. Las iniciativas de ayuda a los necesitados, que se promueven en Strathmore, son un modo concreto de intentar vivir así.

—Mirando hacia el futuro, con los años fundacionales atrás, ¿cuál es la contribución más importante que espera que Strathmore haga en esta región y en África?

—Una universidad de inspiración cristiana contiene el potencial que necesita la sociedad: los valores humanos, la voluntad de contribuir a las necesidades del país y a la cultura, formando los profesionales del futuro. Y, por encima de eso, un lugar donde, dentro de las limitaciones personales de cada uno, se procura dar a todo estudiante, a toda persona que trabaja aquí, la oportunidad de sentirse muy libre y muy responsable, pues de sus vidas y del bien que efectivamente realicen alrededor, por los demás y por Dios, dependen muchas cosas grandes.

Romana, n. 66, Enero-Junio 2018, p. 105-107.

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