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Entrevista concedida a Famiglia Cristiana, Italia (14-X-2018)

Por Orazio La Rocca

Realizar iniciativas académicas y culturales para la formación de los jóvenes, en todas partes del mundo, especialmente entre los más necesitados. Dar vida a hospitales, centros de acogida y rehabilitación con las técnicas más avanzadas al servicio de las personas enfermas, que sufren y a quienes necesitan cuidados. Pero, al mismo tiempo, llevar la Palabra de Dios a todos, cercanos y lejanos, hombres y mujeres, ricos y pobres. Sin miedo a evangelizar también a empresarios, políticos, financieros, con espíritu de servicio evangélico, siguiendo las huellas de nuestro fundador, san Josemaría Escrivá de Balaguer.

Este es el Opus Dei del tercer milenio explicado por el prelado, monseñor Fernando Ocáriz, 90 años después de la fundación de la Obra. Nacido en París en 1944, de padres españoles exilados en Francia durante la Guerra Civil española, Ocáriz es prelado desde el 23 de enero de 2017, después de Javier Echevarría y del beato Álvaro del Portillo, sucesor en 1975 del fundador san Josemaría Escrivá de Balaguer. Profesor de Teología Fundamental en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de otros departamentos pontificios, es también un buen tenista al que le gustaría jugar casi todos los días. Y quizás por eso también rechaza con la fuerza de los reveses y las voleas decisivas del tenis, a los que todavía asocian la Obra, «para quién sabe qué fin», a las altas finanzas y al poder político: «Sólo leyendas negras y falsedades pasadas que el tiempo ha borrado», interrumpe el prelado, según el cual el Opus Dei «no mira más que a la promoción del hombre, sin diferencias, y ofrece el espíritu del Evangelio a todos».

Usted es el cuarto prelado del Opus Dei, ¿sigue siendo fuerte la «presencia» en la Obra de su fundador?

Ciertamente, como no podría ser de otra manera. San Josemaría Escrivá está siempre entre nosotros. Nunca nos abandona. Podríamos hablar de una presencia viva, palpable, familiar. Veo a muchas personas del Opus Dei que buscan consejo en los escritos del fundador, le piden ayuda en momentos de dificultad o recurren a su intercesión ante una necesidad. Es algo arraigado en la vida interior cotidiana de muchas personas, incluidos los devotos de san Josemaría, que tal vez ni siquiera conocen el Opus Dei. Aquí, en la sede del Opus Dei en Roma, en Santa María de la Paz, la iglesia prelaticia, se encuentran sus restos mortales y miles de personas de todo el mundo vienen a expresar en el silencio de la oración su gratitud o sus inquietudes.

¿Se puede decir, pues, que más de 45 años después de su muerte en Roma, el 26 de junio de 1975, san Josemaría Escrivá de Balaguer sigue al frente de la Obra, incluso en este turbulento comienzo del tercer milenio?

Creo que todos tratamos de continuar el espíritu que él nos dejó, y que él a su vez había recibido del Señor: el de buscar a Dios en medio de los compromisos cotidianos de la vida familiar, del trabajo, de la oración, de la amistad, del servicio, del descanso... El reto es tratar de hacerlo siempre actual, en la diversidad de tiempos y lugares.

Pero usted, en particular, ¿qué hace para acercar el Opus Dei a la gente común y para eliminar los prejuicios residuales que, con razón o sin ella, ven la Obra más «atenta» a los poderosos?

El Opus Dei está atento a las necesidades espirituales de todos. Una cierta leyenda negra es agua pasada. Por ejemplo: en Italia, en Roma, una de las iniciativas promovidas desde los años setenta es el Centro Elis, que trata de dar una oportunidad de formación profesional y de inclusión social a menores migrantes no acompañados, a jóvenes del sur de Italia y del mundo que de otro modo no tendrían otra posibilidad. Además, en sus actividades formativas propone la profesionalidad como un servicio al bien común y al prójimo. Y, según las estadísticas, los jóvenes que se forman en el Centro Elis no permanecen desempleados. Este es nuestro camino.

Y en Roma también está el Policlínico Universitario Campus Bio-Medico, que en pocos años ha consolidado una prestigiosa Facultad de Medicina junto con un centro hospitalario y centros de rehabilitación. Como la Universidad de Navarra, en España, con todas las especializaciones académicas.

Es cierto. Y en muchas otras partes del mundo la gente del Opus Dei, junto con otras muchas personas, promueve múltiples iniciativas de este tipo, expresamente dirigidas a favorecer a los campesinos, a los emigrantes, a los que lo han perdido todo, para dar respuesta a las necesidades de su barrio o de su ciudad. Se me ocurren dos realidades en el barrio del Raval de Barcelona, por las que han pasado unos 20.000 inmigrantes: los Centros Braval y Terral, con más de 300 voluntarios, implicados en programas educativos, deportivos o de formación profesional. En Colonia, Alemania, pude encontrarme con los voluntarios y sacerdotes de la parroquia de San Pantaleón, que trabajan en un edificio construido gracias a la colaboración de la diócesis y del municipio, para albergar a 30 familias de refugiados que huían del conflicto sirio. Gracias a Dios, este tipo de instituciones han surgido en todas partes. Si se pregunta por el Opus Dei en Kinshasa, en el tercer país mas pobre del mundo, muchos podrían explicar cómo fueron acogidos en el Hospital Monkole, iniciado por los fieles de la prelatura con otras personas.

Todo esto en términos de educación, trabajo y salud. Pero a nivel espiritual, ¿qué hace la Obra?

El cuidado del espíritu por el Opus Dei es también de primera importancia. Junto a la constante atención a la acogida de los necesitados y migrantes en hospitales y centros de atención especializada, a la formación académica y laboral, no debemos olvidar la importancia de llevar el Evangelio a cada persona, no sólo a una parte de la población. La Obra lleva la Palabra a todos, pobres y ricos. Y en este sentido, la evangelización de empresarios, políticos, periodistas y otras personas con recursos económicos es de gran importancia para que la doctrina social de la Iglesia llegue a ser operativa, como enseña san Josemaría Escrivá de Balaguer.

Romana, n. 67, Julio-Diciembre 2018, p. 272-274.

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