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18 de mayo. Jornada de la beatificación, Palacio Vistalegre Arena, Madrid

Madrid acogió la beatificación de la doctora química e investigadora española Guadalupe Ortiz de Landázuri (1916-1975) que, entre otras cosas, llevó el mensaje del Opus Dei a México. En una carta, el Papa Francisco la puso como ejemplo de «santidad de la normalidad».

El delegado del Santo Padre fue el cardenal Angelo Becciu, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos. Junto a él concelebraron el cardenal arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, el prelado del Opus Dei, Mons. Fernando Ocáriz, así como seis cardenales, nueve arzobispos, diecisiete obispos y unos 150 sacerdotes.

El Papa Francisco quiso «unirse a la alegría y acción de gracias» por la beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri a través de la carta que precede a este artículo, que fue leída por el vicario auxiliar de la prelatura, Mons. Mariano Fazio, al final de la ceremonia.

La nueva beata —se lee en la carta del Papa— «puso sus numerosas cualidades humanas y espirituales al servicio de los demás, ayudando de modo especial a otras mujeres y a sus familias necesitadas de educación y desarrollo». El pontífice destacó que Guadalupe realizó esto «con su oración y su testimonio», «con la alegría que brotaba de su conciencia de hija de Dios, aprendida del mismo san Josemaría».

Mons. Fernando Ocáriz, tras agradecer a Dios la beatificación de Guadalupe, pidió al cardenal Becciu que transmitiera al Romano Pontífice su gratitud y la de toda la prelatura del Opus Dei. «Dígale que agradecemos el mensaje que nos ha enviado y que acabamos de escuchar; que le manifestamos nuestro filial afecto y rezamos por su ministerio pastoral de sucesor de Pedro».

El prelado encomendó a la intercesión de la beata Guadalupe el propósito de todos los fieles de la Obra «de ser siempre buenos hijos de la Iglesia; y que la prelatura del Opus Dei, como quiso san Josemaría, sirva siempre a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida. Que, con la gracia de Dios, la mediación materna de Santa María, y el ejemplo de la nueva beata, sepamos descubrir cada día que nuestra vida ordinaria es lugar en que Jesucristo nos espera y ocasión de transmitir a los demás la alegría del Evangelio».

El cardenal Becciu subrayó la capacidad de la beata para enseñarnos «que es posible armonizar la oración y la acción, la contemplación y el trabajo». Además, «nos enseña qué bello y atrayente es el poseer la capacidad de escuchar y una actitud siempre alegre incluso en las situaciones más dolorosas».

«Guadalupe —prosiguió el cardenal— se presenta así ante nuestros ojos como un modelo de mujer cristiana siempre comprometida allí donde el designio de Dios ha querido que esté, especialmente en lo social y en la investigación científica. En definitiva, fue un don para toda la Iglesia y es un ejemplo valioso a seguir».

Todo empezó a las 9 de la mañana en el Palacio Vistalegre Arena. Desde el primer momento hubo saludos y reencuentros con los grupos más lejanos: Nigeria, Nueva Zelanda, Singapur, India, Japón, algunos de ellos ataviados con sus trajes típicos.

Unas 11.000 personas de 60 nacionalidades llenaron el Palacio de Vistalegre en Madrid, para participar en la beatificación, y muchos más la siguieron virtualmente a través de la televisión o por streaming, desde sus casas o en las fanzones organizadas en distintas ciudades del mundo. Fue una beatificación muy digital e internacional.

Entre los asistentes, estaban los familiares de la nueva beata. Luis Cruz, sobrino nieto y capellán universitario en Madrid destacó de su tía que «era una mujer que sabía ponerse en la mirada de Dios para ver lo bueno de lo que le sucedía y lo bueno de cada persona». Destacó que «miraba con una sonrisa alegre y disfrutabas estando con ella».

También acudieron los tres hijos de Antonio Sedano, curado de un carcinoma por intercesión de Guadalupe, «muy agradecidos y emocionados. Ella nos sigue ayudando en cosas pequeñas», decían. Quiso venir también el primer oftalmólogo que atendió a su padre, el doctor José Ramón Fontenla: «Venir hoy a Vistalegre es una gran alegría y una ocasión para pedir favores a la beata».

En la capilla instalada para la ocasión, unos fieles rezaban; en la zona de confesionarios, los penitentes esperaban su turno; en la sacristía aguardaban los ornamentos y objetos litúrgicos, la mayoría procedentes de la ceremonia de beatificación de Álvaro del Portillo que había tenido lugar el 27 de septiembre de 2014 en Valdebebas. Los lienzos para la ceremonia fueron elaborados por voluntarios en España, Suiza y Líbano. El vino «Perdiguera» procedía de la Escuela Familiar Agraria (EFA) Molino de viento, una iniciativa educativa en Campo de Criptana (Ciudad Real, España). Las rosas llegaron regaladas desde Uruguay.

Cuando comenzó la ceremonia sonó en Vistalegre el canto Il Signore terra tutta, del compositor italiano Marco Frisina, cantado por la coral profesional «Grupo Alborada» bajo la dirección del barítono Gonzalo Burgos.

El cortejo estaba compuesto por casi 200 concelebrantes. Tras los ritos iniciales, tuvo lugar el momento central de la ceremonia. Después de las palabras de solicitud por parte del prelado Mons. Fernando Ocáriz y una reseña biográfica de la futura beata, el cardenal Becciu leyó la carta apostólica con la formula solemne de beatificación: «Concedemos que la Venerable Sierva de Dios Guadalupe Ortiz de Landázuri y Fernández de Heredia, fiel laica de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, que entregó su vida al Señor, sirviendo con alegría a sus hermanos en la realización de las tareas cotidianas, de ahora en adelante sea llamada Beata».

Tras las palabras, se descubrió la imagen de la beata, mientras sonaba el himno Christus Vincit y un fuerte aplauso. Desde ese momento, Guadalupe ya puede recibir el culto previsto para los beatos en la archidiócesis de Madrid y en la prelatura del Opus Dei. Su fiesta se celebrará el 18 de mayo, aniversario de su Primera Comunión.

Las reliquias de la nueva beata fueron llevadas hasta el altar por familiares de Guadalupe e integrantes de la familia de Antonio Sedano.

Llegó la hora de la Liturgia de la Palabra. Durante la homilía, el cardenal Becciu recorrió la biografía de la nueva beata y destacó que «su corazón estuvo siempre abierto a las necesidades del prójimo, traduciéndose esto en una actitud de acogida y comprensión».

«Nos encontramos —añadió— ante una mujer cuya vida ha sido iluminada solo por la fidelidad al Evangelio. Poliédrica y perspicaz, ha sido luz para aquellos que ha encontrado a lo largo de su existencia».

El arzobispo de Madrid quiso unir la fiesta con el 25 aniversario de la consagración de la catedral de la Almudena por san Juan Pablo II, diciendo: «entre estas gracias del cielo que estamos recibiendo de la Virgen, el don de Dios de la beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri».

Osoro consideró a la nueva beata «uno de nosotros». Nacida en Madrid, bautizada en la parroquia de san Ildefonso, descubrió la llamada de Dios en el templo de la Concepción y está enterrada en la Gran Vía en el Real Oratorio de Caballero de Gracia.

«Todo esto -continuó- nos recuerda cómo la Virgen Santísima llevó los pasos de la nueva beata y la sostuvo en el camino hacia la santidad con abundantes gracias en su vida y a través de su vida. Precisamente, san Josemaría Escrivá solía decir a sus hijos, especialmente a los primeros de la Obra, como la beata Guadalupe, que si en algo quería que la imitaran era en el amor a la libertad y en el amor y devoción a María Santísima. Nos encomendamos a la nueva beata para que nos ayude a ser fieles como ella con alegría al querer de Dios y que nos enseñe a confiar, como ella, en la intercesión de la Santísima Virgen María».

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#BeGOLFest: un encuentro festivo para celebrar a la nueva beata (18-V-2019)

Por la tarde, a las 19.00, el Palacio de Vistalegre se convierte en una gran sala de estar. El encuentro de los asistentes a la beatificación de Guadalupe con el prelado del Opus Dei se desarrolla con naturalidad, interviniendo unos y otros de modo ordenado, pero con tono amable y festivo.

Todo empieza con unas palabras del prelado hablando de Guadalupe, de alegría, de dar gracias a Dios. Y de la necesidad de entender para siempre que la beatificación supone una llamada: «La santidad no es una utopía para la gente normal. Está al alcance de la mano con la gracia de Dios».

Los presentadores del evento dan entrada a Luis Cruz, sacerdote, sobrino nieto de Guadalupe Ortiz de Landázuri. Para él, la nueva beata es «su sonrisa inolvidable», una relación festiva con Dios, empuje, horizontes amplios, capacidad de amistad… Al menos así la recuerdan en casa. Cuenta que toda la familia de Guadalupe está viviendo estos días con una alegría especial.

«Guadalupe —dice Luis— era una mujer con muchas amigas a las que cuidaba. Te animaba a soñar. A llenar tu corazón de ilusiones. Era su manera de reflejar la vida de Dios que llevaba muy dentro». Y sobre esta cuestiónha sido su pregunta al prelado. Mons. Ocáriz responde: «La auténtica amistad es verdadero apostolado, porque expresa el deseo de bien a los demás».

Anjelica, de Nigeria, recuerda el interés de Guadalupe por el desarrollo social. Aplaude la iniciativa de Harambee de financiar cien becas para científicas africanas en los próximos diez años con motivo de la beatificación. Mujer, ciencia, progreso, mundo. Pregunta: ¿Cómo podemos vivir las personas con recursos teniendo muy presente a los que no los tienen?

El prelado anima a los asistentes a vivir sobriamente, a huir de lo superfluo. Porque eso genera una actitud en el alma que lleva a colaborar con los demás, a salir a las calles, a tender las manos. A implicarse por la vía de los hechos.

En un cierto momento, Vistalegre conecta con México. Al otro lado de las pantallas recuerdan al prelado que en 2020 hará 50 años de la visita de san Josemaría a México y de aquella novena a la Virgen de Guadalupe. «No es por presionar, pero igual es un aniversario redondo para que venga a vernos».

Otra intervención es de Teresa, de 20 años. Viene de San Sebastián, estudia un grado de gastronomía en el Basque Culinary Center, porque hace ya un tiempo decidió que iba a dedicar su vida a servir a los demás como numeraria auxiliar. Pisa fuerte con el argumento de su vida sobre los tópicos que miran con recelo los trabajos del hogar. A ella le arrastra la vida coherente y feliz de Guadalupe.

Mons. Ocáriz le habla de que «la libertad guía más a las personas que el entendimiento». Propone como estructura vital el amor, «que no es un sentimiento, sino una decisión libre de la voluntad, a la que a veces acompaña el sentimiento». Entre el prelado y Teresa se abre un diálogo espontáneo: «Fórmate, estudia, ten ideas claras, y fortalece tu libertad» para que, por los mares del mundo la nave llegue a buen puerto.

A continuación, habla otra Teresa junto a su marido, Íñigo. Llevan 21 años casados y tienen siete hijos. Dos de ellos con discapacidad y el último, Josemaría, con síndrome de Down y una leucemia. Teresa e Íñigo son un ejemplo de que aceptar la realidad y sobreponerse a las dificultades siembra unos frutos positivos que nunca se imaginaron. Josemaría es el protagonista de una cuenta de Instagram (@ponundownentuvida), con más de 25.000 seguidores.

Mons. Ocáriz les mira. Les agradece su ejemplo, su entereza, y su afán por aprovechar una cruz para sembrar alegría, en casa, en las redes, en el mundo. A la intervención, responde: «No nos gusta el dolor, pero cristianamente vemos en el dolor una oportunidad para unirnos a la Cruz de Cristo». Añade: «Se puede sufrir. Se puede llorar. Pero estar triste, no. La fe en Dios, que nos quiere contentos, nos dice que esa actitud es absurda».

Ana vive en Madrid. Ha leído las cartas de Guadalupe a san Josemaría y se ha quedado prendada de su naturalidad, su valentía y su felicidad. Ella quiere eso para siempre en su vida, y además quiere transmitirlo con autenticidad a las generaciones futuras.

Al concluir el encuentro, el prelado recuerda que «la alegría que sentimos ahora hay que mantenerla. Siempre hay motivos, a pesar de las dificultades. Dios nos quiere contentos».

Romana, n. 68, Enero-Junio 2019, p. 22-27.

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