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Celebraciones eucarísticas en la fiesta de san Josemaría

El 26 de junio, en la solemnidad de san Josemaría, el prelado del Opus Dei celebró una Misa solemne en la iglesia prelaticia de Santa María de la Paz en Roma, con un aforo reducido debido a las restricciones derivadas de la pandemia. En esa Eucaristía, cuya homilía se recoge en estas páginas, Mons. Fernando Ocáriz rezó por los afectados por el COVID-19, especialmente «todos los difuntos y enfermos, junto con sus familias» y apeló «a la intercesión de san Josemaría para que les proteja desde el Cielo».

Por motivos de salud pública, han sido pocas las Misas en la fiesta de san Josemaría que pudieron contar con la asistencia física de fieles. A modo de ejemplo, señalamos las siguientes:

En Santiago de Guatemala, el arzobispo Mons. Gonzalo de Villa y Vásquez, SJ, presidió una Eucaristía en la catedral metropolitana. Señaló que el fundador del Opus Dei «empezó su misión en un tiempo de convulsión y de guerra civil, en medio de un crecimiento del descreimiento. En esas circunstancias san Josemaría va a luchar y a bregar para que esa pequeña semilla, esa Obra de Dios, pueda ir lentamente creciendo. No se desanima y, a pesar de todas las dificultades, sigue adelante. La misma guerra va a significar para él un tiempo particularmente difícil, pero, acabada la contienda, va a darse un crecimiento mucho más rápido del Opus Dei de lo que había ocurrido hasta entonces. Como dice el evangelio de la Misa, “echaron una redada de peces tan enorme que tuvieron que llamar a otros y se llenaron las dos barcas, y casi se hundían”. En vida de san Josemaría hubo muchos frutos de su apostolado, de su dedicación, de su sacerdocio. El Señor obró a través de él en gente de tan diferentes lugares, y con un mensaje común de santificación de la vida ordinaria».

En la basílica de la Concepción de Madrid, el vicario del Opus Dei en España, el Rev. Ignacio Barrera, recordó que «en tiempos duros, de crisis sanitaria, económica, etc., Jesucristo nos hace una llamada a la esperanza, al optimismo. Nos invita hoy, con las palabras que hemos leído en el Evangelio dirigidas a Pedro: “Ven conmigo a echar las redes” para llevar el mundo y los hombres a Dios, y para llevar a Dios al mundo y a los hombres. San Josemaría —explicaba— dedicó su vida al Opus Dei para extender la llamada universal a la santidad en el trabajo y en la vida cotidiana. San Juan Pablo II, refiriéndose a él el día de la canonización, le definió como “el santo de lo ordinario”. El santo de lo ordinario es quien afronta la vida con una normalidad, a veces heroica, quien afronta la vida con alegría interior y exterior, con una disposición permanente de servir a los demás en su trabajo, en sus amistades, en su familia, en su diversión, en cualquier ocasión en la que se encuentre, y con el cumplimiento fiel de la vida ordinaria, las cosas pequeñas hechas con amor y con una sonrisa».

En el santuario de San Jose Parish de Mandaluyong, en Manila (Filipinas), el Rev. Fr. Gerbert D. Cabaylo, OSJ, presidió una Misa en la fiesta de san Josemaría. «En este año de san José —dijo el presbítero— recordemos la especial devoción de san Josemaría al santo Patriarca. Por ejemplo, en 1934, el fundador del Opus Dei encomendó a san José los permisos necesarios para instalar el primer sagrario en un centro del Opus Dei, en Madrid. Decía: “Tengo enraizada en mi alma la devoción a san José que os he transmitido. Una devoción que ha crecido con el pasar del tiempo”. En su libro Camino, por ejemplo, escribió: «San José, Padre de Cristo, es también tu Padre y tu Señor. —Acude a él». La paternidad que José ejerció sobre Jesús fue una parte esencial de la misión de su propia vida. Recibió una misión divina, dedicarse al Hijo Unigénito de Dios, desvivirse por Jesús, santificando su vida ordinaria».

Por su parte, Mons. Gerardo Colacicco, obispo auxiliar de Nueva York, presidió una Misa solemne en catedral de San Patricio, durante la que recordó que «es bien conocida la devoción de san Josemaría a san José. La riqueza de sus escritos nos invita a ahondar en nuestra propia relación y devoción con este hombre justo, escogido por Dios como esposo de la Virgen María y padre putativo de nuestro Señor Jesucristo. San Josemaría nos exhorta a amar mucho a san José —con toda nuestra alma— porque, con Jesús, es la persona que más ha amado a nuestra Señora, quien ha vivido más cerca de Dios. San José es la persona que más ha amado a Dios después de nuestra Madre. Se merece que nos esforcemos por conocerle. Además, es el maestro de nuestra vida interior. Tiene un gran poder ante Dios y ante su Madre. Somos muy afortunados de contar con las meditaciones de san Josemaría que se centran en los siete domingos de san José, recogidas enHablar con Dios; su meditación “En el taller de José”, recogida en Es Cristo que Pasa; sus numerosas referencias a san José en Camino y en Forja. Son una riqueza y fuente de inspiración para vivir este año de gracia».

Al mismo tiempo, se celebraron numerosas Misas en los cinco continentes que, en la mayoría de los casos, no contaron con asistencia física, pero fueron retransmitidas por internet.

Romana, n. 72, Enero-Junio 2021, p. 69-70.

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